Entrenarse con las manos ensangrentadas, pasar 20 veces por el quirófano…
No conozco a Anna Tarrés. No conozco a ninguna de las exnadadoras que firman la carta, esta carta, acusándola de tratos vejatorios. Escribo este texto después de hablar con deportistas de élite de distintas disciplinas. Recopilo en este texto un par de frases que me han llamado la atención. No voy a dar nombre porque han sido conversaciones “off the record”, pero me gustaría que leyeras las conclusiones a las que he llegado.
“Cuando estás en la alta competición la exigencia es máxima. Yo he tenido a un niño que se le reventó una ampolla y sangró en un entrenamiento. Estábamos a 10 días de competir y le dije que se pusiera magnesio y que se subiera a la barra y eso no quiere decir que le haya maltratado. Claro que si llega a casa y le dice a sus padres que el entrenador le ha hecho seguir entrenándo con sangre en las manos, ¿qué pueden pensar?”, me comenta un técnico de gimnasia.
Os recuerdo también la demoledora rueda de prensa y libro de Arantxa Sánchez Vicario, en el que criticaba a sus padres por haberla arrebatado la infancia y el dinero…
Y en el fútbol pasa lo mismo, un exjugador me cuenta que nunca hay que perder el respeto con los chavales, pero “¿quién no ha perdido a veces las formas y se ha puesto a decir de todo durante un partido o un entrenamiento?”
Esto es para todas aquellas personas que acusan, que señalan con el dedo sin saber, sin pertenecer a un club, a un equipo profesional.
Puede que los que ahora dicen que se avergüenzan de las logros de natación sincronizada, si se confirma que han sido bajo la “perversa batuta” de Tarrés, no sepan que para llegar a ganar una medalla hay muchas horas de entrenamientos, que los niños se quedan sin juegos de infancia, de adolescencia porque tienen que seguir un régimen disciplinario, comidas estrictas, fines de semana de competición…
¿Piensan que las medallas se ganan con un par de horas de trabajo diario? ¿De verdad creen que los deportistas no sufren física y psicológicamente?
Queridos amigos, y lo digo con ironía, bajad un poco al mundo real y visitad un centro de alto rendimiento y entonces puede que comprobéis que para ganar hay que sufrir y entonces puede que tampoco os sintáis orgullosos de las otras medallas porque a los pobres niños les están explotando.
El que ama un deporte es capaz de jugar con un esguince de tobillo, con una ampolla reventada y con un dolor de tripa, o terminar con las manos así (son la de Crivillé), o con más de 20 operaciones como Dani Pedrosa, y los padres, los entrenadores y los periodistas no hablamos de explotación infantil…
E insisto no pretendo defender ni acusar a Tarrés, como dicen en derecho, “todo el mundo es inocente hasta que no se demuestre lo contrario”. Ahora si se demuestra, habrá que acusar a los responsables que miraron a otro lado…
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