Kobe Bryant, ‘Black Mamba’, adiós a la serpiente de las canchas
Noviembre de 2015 queda marcado como el mes de la nostalgia en el deporte del fútbol y la canasta. En quince días nos quedamos con el escalofrío de la soledad que impedirá seguir viendo a dos leyendas y deportistas ejemplares. Dos iconos, profesionales insuperables por su talento, pero más por su capacidad de liderazgo, carisma y pasión por el juego. Raúl González Blanco anunció, con 38 años, que colgaba las botas con el logro de un último título con el Cosmos. Raúl cambió la historia del Real Madrid con la consecución de las tres Champions en color. Hasta su llegada las seis primeras eran en blanco y negro. Hoy conocemos que Kobe Bryant dejará de dar saltos por las canchas, hacer fintas, rebotear, taponar y encestar. La bandera de Los Angeles Lakers en los últimos 20 años deja un vacío difícil de llenar que nos rememora a la retirada del gran Michael Jordan. Puedo decir que he sido un privilegiado por ver a dos monstruos del aro que llevaron este deporte a otra dimensión. La altura no es sinónimo de torpeza. No está reñida con la elasticidad, el espectáculo y el éxito.
El anuncio de despedida de Kobe Bryant le hace más Dios por la humanidad y el sentimiento que refleja en su carta. Su ‘Querido Baloncesto’ es el agradecimiento de un inmortal a su pasión. Cumplió el sueño que tenía a los 6 años de jugar en Los Lakers y se retira a los 37 años con todo conquistado. En títulos y en el reconocimiento a una trayectoria intachable. Cinco anillos, 17 All Star, 4 MVP en el All Star, dos MVP en las finales, once veces en el mejor quinteto de la temporada, un concurso de mates… Todo un palmarés edificado desde el 3 de noviembre de 1996.
Se va una estrella para ser un mito. Quedan meses, hasta el 13 de abril de 2016, para honrar a un gigante de la canasta. Para los más jóvenes o los menos conocedores del deporte de la canasta les recuerdo que le llamaban ‘Black Mamba’. Es el nombre de la serpiente más venenosa de África, capaz de deslizarse a mayor velocidad que cualquier humano. El reflejo en la cancha de su juego. Escurridizo en sus movimientos y mortal en su eficacia para anotar. Me quedo con una reflexión de su carta: “Mi corazón puede seguir latiendo. Mi mente puede seguir creando. Pero mi cuerpo sabe que es hora de decir adiós”.
Gracias Kobe.
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