Los robots han roto hace mucho tiempo el estereotipo de fuertes y resistentes. Yotaro, creado en la Universidad de Tsukuba, en Japón, es un robot interactivo que simula a un bebé, aunque el artefacto se salga de percentiles más que el niño obeso de Orense a su edad.
Lo mejor de Yotauro (su aspecto no lo es) es que retrata una variedad de expresiones faciales, movimientos y características fisiológicas, que hasta ahora no habían sido incorporados en los robots y que lo acercan aún más a un bebé real.
El dispositivo reacciona al usuario a través de emociones gracias a un sofisticado sistema de control que responde a las acciones del padre: se le pueden pasar los dedos por la cara y ver la marca que le dejan, limpiarle los mocos con un paño húmedo, hacerle sonreír con un juguete y hasta cogerle su moflete flexible con la fuerza de una bisabuela...
Aparte de la variedad de cosas que este simulador de bebés puede hacer, lo que lo hace una verdadera estrella en el mundo robot es su capacidad de llorar lágrimas de verdad en su cara 2-D. El objetivo de estos robots, y que tiemblen las muñecas de Famosa, es utilizarlos para enseñar a los primerizos acerca del cuidado infantil antes de que el invitado llegue con la cigüeña.
Da un poco de mal rollo, sí; pero padre prevenido vale por tres o cuatro.
Vía Born Rich
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