OPINION

"Piwi" el Kiwi y la investigación robótica con animales en cintas de correr

perro
perro

Cuando normalmente hablamos de kiwis, a uno rápidamente le viene a la mente la fruta peluda que tan buenos desayunos nos brinda. Aunque si uno es neozelandés y le habla de "Piwi", seguro que piensa en una pequeña ave endémica de su país, a los que los investigadores han puesto a correr en el gimnasio para recuperarlo de la rotura de sus dos únicas patas.

Las patas de estas aves en peligro de extinción, cuyas alas vestigiales solo sirven de adorno, son las que les sirven para escapar de sus múltiples depredadores tirando de sus fibrosos muslos.

Piwi, un kiwi marrón gravemente herido, ya está casi listo para regresar a su hábitat natural después de haber sido cuidado con la ayuda de una cinta de correr, la cirugía y los masajes regulares. Piwi fue encontrado cerca del Monte Ruapehu en diciembre con una pierna rota mal curada. Fue enviado al Rainbow Springs Kiwi Wildlife Park, cerca de Rotorua, en abril, pero con tan mala pata que se rompió la otra pierna en su primera noche allí.

Después de una cirugía veterinaria, Piwi pasó varios meses andando 10 minutos en la cinta de correr hasta que está listo para dar el salto a la libertad. Pero durante esos meses, los investigadores también han podido observar como el movimiento de las patas del kiwi sobre la andadora puede arrojar mucha luz sobre la evolución de estas especies únicas y, además, aplicar los conocimientos a la robótica más puntera de robots bípedos, aquellos que un día andarán como los humanos. O como un kiwi.

El estudio del movimiento de un kiwi cojo en la cinta de correr puede ayudar a diseñar y crear robots que se adapten a condiciones imprevistas, que puedan recuperarse de un mal paso, de una avería o de un bache para no acabar por los suelos. Este tipo de pájaros, como la gallina, puede modificar la longitud y el ángulo de su zancada con un cambio inesperado en la superficie del suelo de hasta un 40% de su altura. Eso sería como si un corredor humano a toda velocidad metiera su pie en un agujero de casi medio metro y no perdiera el ritmo.

Por este camino discurrió también, a principios de mes, una investigación desarrollada por científicos alemanes que analizaron, mediante una cinta de correr y un conjunto de cámaras infrarrojas, cómo caminan y corren los perros amputados de una pata delantera o trasera.

Los investigadores encontraron diferentes "estrategias de compensación" de los animales, modos de resolver su movimiento en función de la pata que hayan perdido. El movimiento de un kiwi con una pata rota también puede alumbrar un poco más sobre estos mecanismos de recuperación de los animales cuando pierden la movilidad de sus extremidades. Y más teniendo en cuenta que los robots del futuro no tendrán cuatro patas para moverse, como un perro, sino sólo dos, como Piwi-the-Kiwi.

La locomoción terrestre, por evolución, está diseñada para un número de patas pares. Al perderse una, es necesaria una reorganización del sistema locomotor. Los animales se adaptan mucho mejor que los humanos a este principio, por lo que estudiando su sistema motriz se podrá llegar a patas robóticas más eficientes que las que pretende la robótica antropomórfica, siempre mirando al hombre de la cintura para abajo.

En 2007, otra investigación, esta vez suiza, puso a andar a chimpacés en la cinta de correr. Los científicos descubrieron, tras millas de los monos sin moverse del sitio, que sus resultados respaldaban totalmente la teoría que los antepasados de los humanos comenzaron a caminar a dos patas porque así utilizaban menos energía que andando a 4 patas, lo que les daba ventaja en algunas situaciones, como por ejemplo, en la búsqueda de comida.

Este estudio, que comparaba a los chimpacés andando a cuatro y dos patas, aportó un importante apoyo a esta teoría del ahorro energético, un ahorro que tuvo un papel importante en la evolución hacia el caminar erguido y que también podría arrojar luz sobre los mecanismos de gasto de energía que rigen el movimiento de robots bípedos, fundamentales para la viabilidad de los futuros androides en misiones espaciales.

Tantas respuestas puede ofrecer una simple cinta de correr que hasta los mariscos pueden cabalgarlas. En el caso más extremo, en 2008, David Scholnick y Burnett Lou, dos investigadores estadounidenses de biología marina, se les ocurrió poner a una gamba a correr sobre la cinta.

Aunque antes que llevara unos metros la gamba trotadora ya era una celebridad en Internet, se trataba de un estudio totalmente serio que buscaba ver cómo las infecciones bacterianas afectaban a la movilidad del grácil camarón y a sus posibilidades de ser devorado por los depredadores.

En cuanto pusieron a la gamba en la cinta, estuvo corriendo durante horas como alma que lleva el diablo, para sorpresa de los científicos. Igual pensaba que Piwi-the-kiwi, recién salido del gimnasio, iba tras ella...

Piwi vino saltando desde aquí

Mostrar comentarios