OPINION

El satélite Dyson-Harrop o cómo cubrir 100.000 veces las necesidades energéticas de la Tierra sin ayuda de extraterrestes

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Parece paradójico que en la Tierra nos estemos devanando la cabeza por encontrar la fuente de energía más eficiente cuando, teóricamente, con un sólo satélite en el espacio se podría obtener energía casi ilimitada para abastecernos. Por eso los científicos miran cada vez más arriba, donde lo único que sopla es viento solar, como el posible campo donde buscar las fuentes energéticas que nos solucionen el futuro.

El diseño de esta solución a todos nuestros males es el satélite Dyson-Harrop, una especie de “enchufe espacial” que capta la energía de los vientos solares. La radiación electromagnética del sol se expande por el espacio impulsada por el viento solar a cientos de kilómetros por segundo, creando un campo eléctrico formidable. La parte principal del satélite Dyson-Harrop es un bucle de alambre de metal enfocado hacia el Sol que interactua con los electrones de este viento solar.

Este cable se encarga de generar un campo magnético cilíndrico que recoge los electrones que componen el viento. Estos electrones son canalizados en un recipiente metálico esférico para producir una corriente, una especie de generador que se utiliza para alimentar un láser infrarrojo que dispara la energía eléctrica convertida en fotónica. El láser está dirigido a las antenas parabólicas en la Tierra, diseñadas para recoger esta energía infrarroja.

El aire es transparente al infrarrojo, de modo que la atmósfera de la Tierra no absorbe la energía del haz antes de que éste llegue al suelo. Según Brooks Harrop, de la Universidad Estatal de Washington, en Pullman, que ha diseñado el ingenio, un satélite Dyson-Harrop relativamente pequeño con un alambre de cobre de 1 centímetro de ancho y 300 metros de largo, con una vela receptora de 10 metros de diámetro, situado aproximadamente a la misma distancia del Sol que de la Tierra, podría generar 1,7 megavatios de la energía, suficiente para alimentar a cerca de 1000 casas.

Pero un satélite con un cable de un kilómetro de largo y una vela de 8400 kilómetros cuadrados de área podrían generar, según sus cálculos, alrededor de 1 millón de billones (o trillón) de gigavatios de energía (1027 vatios), que es en realidad 100.000 veces lo que la humanidad actualmente requiere. Dado que los satélites estarían hechos fundamentalmente de cobre, serían relativamente fácil de construir utilizando la tecnología moderna actual, afirma Harrop.

El satélite Dyson-Harrop ha sido bautizado como su creador y como el físico Freeman Dyson, el padre de la “Esfera de Dyson”, una hipotética megaestructura propuesta en 1960 en un artículo de la revista Science llamado «Search for artificial stellar sources of infra-red radiation».

Básicamente, una Esfera de Dyson es una envoltura opaca alrededor de una estrella. Tal envoltura sólo podría ser creada por una civilización alienígena avanzada que desease guardar tanta energía radiada por su sol como fuese posible. El diseño exacto de una esfera de Dyson no ha sido especificado pero podría consistir en miles de de colectores solares que interceptarían la mayoría de la luz emitida por la estrella para ser re-irradiada como calor. Eso es lo que haría el satélite Dyson-Harrop a un nivel mucho más pequeño.

Hasta aquí todo bien, pero hay un gran inconveniente. Para recoger una cantidad significativa de energía el satélite Dyson-Harrop debería situarse muy por encima del plano de la eclíptica, o el plano definido por la órbita de la Tierra alrededor del Sol. En consecuencia, el satélite se encontraría a decenas de millones de kilómetros de la Tierra. A esas distancias, incluso un rayo láser extremadamente fuerte se abriría miles de kilómetros de ancho, sin converger en las antenas.

Para poder centrar el haz de luz del satélite de Dyson-Harrop a la Tierra se requeriría una óptica enorme, un objetivo casi perfecto de entre unos 10 a 100 kilómetros de diámetro, algo inasumible hoy en día. También el cable de cobre se fundiría sin remisión con semejante cantidad de corriente pasando a través de él. Así que el último de los inconvenientes radica en conseguir un material o compuesto que pudiera resistir tal cantidad de energía sin quemarse, algo que por supuesto no tenemos; y aunque los aliens pudieran dárnoslos, por ahora ni están...ni se les espera en la zona de entregas.

Posibilidades de que el método Dyson-Harrop pueda funcionar: 50%, pagar la luz a todo hijo de vecino en la Tierra es tan improbable como que vengan los aliens a medirnos el contador; pero puede ser más adecuado para alimentar o propulsar los distintos proyectos espaciales (estaciones espaciales, bases planetarias, satélites...) que proporcionar energía para toda una civilización tan atrasada como la nuestra.

El estudio Dyson-Harrop, Vía New Scientist

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