OPINION

Las “máquinas de vivir” de 1984

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…”Si es que se pueden llamar casas a las “máquinas de vivir de 1984”.

Manuel Calvo Hernando, “Viaje al Futuro” (1969)

¿Cómo iba a ser la vida en 1984 desde 1969? Se parece más a la cocina futurista de “Las que tienen que servir” que al distopía de Orwell: autocópteros, turboautos, carreteras “autrónicas”, “máquinas de vivir” y muchos otros “encantos electrónicos del porvenir” jalonan este libro, entusiasta e ingenuo, de un pionero del periodismo científico en España.

Reproduzco un fragmento del tercer capítulo de “Viaje al futuro”. Las negritas son mías y señalan algunos de los fabulosos inventos de los que íbamos a disfrutar hace 25 años y que aún estamos esperando. Definitivamente, el futuro ya no es lo que era.

Las “máquinas de vivir” de 1984

Estamos, lector, en 1984. Son las ocho de la mañana, pero aún no me he levantado. Alargo un brazo y hago funcionar una clavija del dispositivo de comunicaciones sonoras y visuales que lleva ya algunos momentos haciendo ruidos destinados a interrumpir mi sueño. En la pantalla ovalada aparece el rostro de mi mujer.

-Escucha, cariño –oigo que me dices-, como no saltes del nido ahora mismito no vas a llegar a la oficina. Recuerda que esta mañana no te puedes llevar el “autocóptero”. Lo necesito para llevar a los niños al “cohetódromo”. Seguro que se te ha olvidado que van a casa de mamá y tienen que “cohetizar”. Saldremos dentro de unos minutos.

-Está bien. Iré en el “turboauto” viejo.

Voy en zapatillas hacia el limpiador sónico (pues ya rara vez empleamos agua para lavarnos o para la limpieza) de mal humor, pensando que tendré que pasarme una hora en la carretera “autotrónica” para hacer unos miserables 160 kilómetros, cuando la pantalla me habla de nuevo.

-Acabo de poner los huevos con tocino en la guisadora de alta. Date prisa, porque están listos en siete segundos. ¡Hasta luego!

Naturalmente, todo esto es broma (…) pero todas estas extrañas cosas existen ya o están siendo desarrolladas.

(…) Algunos arquitectos hablan de casas (si es que se pueden llamar “casas” a las “máquinas de vivir” de 1984), que consistirán en habitaciones fabricadas en serie y luego acopladas también en serie para constituir las viviendas. Estas habitaciones serán desmontables, hechas con materiales plásticos, y tendrán paredes dobles para el acondicionamiento de aire, tuberías, cables, etc.

Los muebles quizá sean moldeados en las paredes de las habitaciones al fabricar éstas. Según Herman Lehman, director de Frigidaire, una cama bien pudiera ser una especie de funda de colchón escondida en la pared y que aparecería al ser pulsado un botón y se llenaría de aire al salir de su escondite. Un dispositivo de calefacción situado en el techo sobre la cama nos conservaría calientes sin necesidad de mantas. Pero habría sábanas suaves y frescas que se tirarían en lugar de lavarlas, y almohadas, todo ello de un material especial que ya se está probando en algunos hospitales.

(…) Muchos de los encantos electrónicos del porvenir estarán en la cocina. Los platos y fuentes de uso diario se tirarán a la basura una vez usados. Por cierto, y hablando de basuras, nuevos tipos de trituradoras se las entenderán con toda la basura, desde los botes inservibles hasta los discos viejos de los Beatles de aquella época.

La lavadora de platos ultrasónicos funcionará sin agua, por lo cual no serán ningún trastorno, en este sentido, las restricciones de agua que padezca Madrid en el siglo XXI. Las ondas sonoras eliminarán toda suciedad en tres minutos, como ya lo hacen actualmente, pero…en cohetes para mecanismos de dirección, que son demasiado delicados para emplear sobre ellos agua o detergentes.

Los diseñadores trabajan en una máquina automática para preparar recetas de cocina. Es sabido que la queja mayor del ama de casa no es el trabajo monótono ni lo caras que están las cosas, sino…la obligación de pensar una comida para cada día. Quizás dentro de poco tiempo, la máquina le haga este trabajo. La señora tendría un archivo con mil tarjetas perforadas, cada una correspondiente a una receta. Pulsaría un botón y en cuanto apareciera la tarjeta deseada la introduciría en una ranura y los ingredientes –por lo menos algunos de ellos, puesto que quizás la máquina no supiera qué hacer con una langosta viva- serían medidos y mezclados automáticamente.

La dura y pesada faena de la limpieza de la casa desaparecerá por completo. No podrá entrar polvo en el hogar, porque el aire de fuera penetrará a través de filtros electrostáticos. Tampoco habrá suciedad procedente de calderas, por la sencilla razón de que no habrá calderas.

No será necesario ir a la compra, aunque no sé si esta noticia es buena o mala, pues a muchas señoras les divierte, y para ellas es a veces como un descanso en las faenas del hogar. Para hacer la compra, el ama de casa conecta el videófono, revisa la lista de comestibles y precios que aparece en la pantalla y pronuncia su orden a través de un micrófono:

-Un kilo de filetes, cien gramos de mantequilla, un kilo de plátanos…

Un cerebro electrónico de la tienda o del supermercado registra la orden, recogida con magnetófono, perfora una tarjeta e imprime una copia con el nombre y la dirección del ama de casa para el encargado del reparto.

Imagen: DPR Barcelona.

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