OPINION

Tener un colibrí comiendo en tu entrecejo cuesta 60 €

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El colibrí es uno de los vertebrados más veloces de la Tierra, capaz de desplazarse a 27,3 metros por segundo mientras bate sus alas 75 veces en ese lapso de tiempo. Su enorme capacidad neuronal le permite permanecer inmóvil en el aire el 90% de su tiempo; y hasta volar hacia atrás.

Gracias a este privilegiado cerebro, son capaces de evaluar la cantidad de azúcar presente en la comida que consumen, rechazando los tipos de flores que producen néctar inferior al 10% de azúcar.

Son como los alcohólicos del mundo de las aves; ponga una taza de solución super-azucarada para que se alimenten y tendrá un ejercito de colibríes (donde haya colibríes, claro) ejecutando singulares danzas festivas frente a sus ojos mientras apuran su consumición.

Doyle Doss, un fotógrafo de vida silvestre residente en Eureka, California, revolucionó el año pasado la observación de estas aves con una extraña invención creada en su establo, que ahora ha convertido en pequeña empresa (llamada, como no podía ser de otra manera, “Productos Doss”).

La estrella es la máscara Eye2Eye (en emoticono ": - 2 <:"), una máscara facial de observación de colibríes en color rojo brillante rododendro y que está dotada de un tubo de alimentación especial entre los ojos que distribuye agua con azúcar para estas aves.

Doyle Doss recuerda cómo ha llegado a poner al hombre frente al colibrí a escasos centímetros, cuando hace unos 30 años tuvo su propio encuentro revelador con un colibrí que parecía ser atraído por su espesa barba pelirroja, cubierta de azúcar tras comerse un donut. "Ese momento fue mágico para mí, y quería compartir esa experiencia con los demás".

La máscara se basa en las típicas caretas de seguridad que podría llevar un soldador y los agujeros de los ojos están protegidos por una lámina de policarbonato, para evitar que algún colibrí borracho de amor pueda sacarnos un ojo.

"Pinto la máscara de rojo porque los colibríes son atraídos por el color rojo", afirma el inventor mientras recuerda su época hirsuta. Las aves son inicialmente atraídas por los colores brillantes de la máscara. Una vez que descubren el agua con azúcar se enganchan sin remisión; y regresarán una y otra vez, a menudo con los amigos.

“Usted puede ver sus pequeñas patas, mirarle a los ojos, ver sus colores. Es realmente mágico. Mi mujer lo probó y me dijo que era como ver un ángel. Estoy de acuerdo", afirma mientras asegura que es verdad eso de que “los colibríes son los borrachos de la naturaleza”, pues no hay nada que pueda interponerse entre ellos y su ronda de néctar extra azucarado; ni siquiera el hombre.

También señala que el mejor momento para las reuniones persona-colibrí es la primavera, cuando las aves están en busca de combustible adicional para incorporar a sus dietas. En ese momento los colibríes se ponen tan territoriales sobre el alimentador que, literalmente, luchan delante de la cara para conseguir meter la lengua en el entrecejo.

Desde el lanzamiento de su alimentador de colibríes el otoño pasado Doss ha vendido más de 400 máscaras hechas a mano en su establo, a 79,97 $ cada una; y los pedidos le siguen llegando. A pesar de que está muy ocupado para mantenerse al día con la alta demanda de sus máscaras, afirma que está constantemente pensando en otras invenciones relacionadas con la naturaleza.

"No creo que mi máscara de alimentación de águilas vaya a funcionar muy bien. Se necesitaría una hamburguesa entera que entrara por el tubo de alimentación", bromeó a AOL News. "El alimentador portátil de oso pardo también lo he dejado de lado. Al menos por ahora".

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