OPINION

Mirar la foto de tu amor reduce el dolor hasta en un 44%, tanto como el paracetamol

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Proponemos un sencillo experimento científico. Siéntate en una mesa y pon la palma de la mano sobre ella. Ahora coge una foto de tu media naranja, mírala con fruición y date un buen martillazo en la mano con la maza de la carne. ¿Te ha dolido? Pues ya puedes dar gracias, que si no llegas a mirar la foto te hubiera dolido casi el doble.

Los científicos han descubierto que mirar la fotografía de un ser amado embota la actividad en las áreas de procesamiento del dolor en el cerebro. Y lo hace en el mismo grado que el paracetamol o los narcóticos como la cocaína. Fue la Universidad de Stanford, en California, la que encontró a finales del año pasado esta evidencia directa que une los sentimientos de apego emocional con los calmantes del dolor.

Según la teoría de Arthur Aron, profesor de psicología en la Universidad de New York, las áreas del cerebro activadas por el amor intenso son las mismas áreas sobre las que actúan los fármacos para reducir el dolor.

Arthur, que casualmente no es un soltero de oro, ha estado estudiando el amor durante 30 años y afirma que al pensar en tu amado, se produce una activación intensa en el área de recompensa del cerebro, que es la misma zona que se ilumina cuando se toma cocaína, y también la misma zona que da saltos de alegría cuando se gana mucho dinero en el juego.

Sin embargo la teoría de “el amor no duele” necesitaba de una comprobación. En un congreso de neurociencia, Arthur conoció a Sean Mackey, jefe del departamento de Tratamiento del Dolor de la Universidad de Stanford en California. Se miraron, se gustaron y decidieron encomendar su relación al joven y bien parecido investigador postdoctoral Jarred Younger, cuyo profético nombre daría lozanía a la experiencia.

La misión de Jarred sería configurar un estudio que implicara el examen de imágenes del cerebro de una serie de estudiantes que decían estar "en esa primeras fases de intenso amor, cuando las mariposas revolotean por el estómago"

Los investigadores reclutaron a 15 estudiantes (ocho mujeres y siete hombres) para el estudio. Se les pidió que trajeran unas fotos de sus parejas y, además, las fotos de un conocido no tan querido, pero igualmente atractivo. Los investigadores entonces pasaron las fotos ante los sujetos, mientras calentaban un estimulador térmico controlado por ordenador en la palma de su mano, para causar un dolor leve.

Al mismo tiempo, sus cerebros fueron escaneados en una máquina de resonancia magnética. En promedio encontraron que la simple visión del ser amado redujo el dolor entre un 36 y un 44 por ciento. Y parece que estos mecanismos analgésicos involucran los aspectos más primitivos del cerebro y la activación de estructuras profundas que pueden bloquear el dolor a nivel espinal, similar a cómo lo hacen los analgésicos opiáceos.

Uno de los lugares claves para la analgesia inducida por el amor es el núcleo accumbens, un grupo de neuronas del encéfalo que actúan como centro de recompensa clave en la adicción a los opiáceos, la cocaína y otras drogas peligrosas de uso y abuso. Es la región que le dice al cerebro que realmente necesita tomar otra dosis para sentirse bien.

Esta similitud de actuación confirma la teoría de que es posible aliviar el dolor sin acudir a los narcótico o a los medicamentos, borrando de un plumazo los efectos secundarios de estos fármacos y adicciones. Y todo gracias al amor, cuya “química” es igual de poderosa que la de la droga más dura.

Por supuesto, los científicos no están recomendando a los pacientes con dolor crónico que tiren sus analgésicos por la ventana y salgan a la calle en busca de una bonita historia de amor apasionado, sino que una mejor comprensión de estas vías neurales de la recompensa provocada por el amor puede llevar a nuevos métodos para producir un alivio sintomático del dolor.

En pocas palabras: este descubrimiento es solo el principio de una bonita amistad, pero con pinta de acabar en el altar.

Los estudiantes enamorados involucrados en el estudio.

Fuente: Universidad de Stanford

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