OPINION

El sueño de un campesino por construir su propio platillo volante

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Shu Mansheng es un campesino chino de 46 años que sólo tiene la educación escolar básica. Pero durante años ha perseguido un sueño que le ha llevado a labrarse una auténtica educación autodidacta en mecánica y aeronáutica.

Ese sueño tiene como objetivo final deslizarse en un platillo volante por los campos cerca de su casa y demostrar a todo el mundo que no es necesaria una preparación universitaria para hacer volar la imaginación.

Después de muchos años de trabajo y penalidades Shu ha conseguido elevarse a los cielos (un poco) con un modelo de aeronave enteramente construido por sus propios medios, de 5,5 metros de diámetro e impulsado por ocho motores de motocicleta conectados a otras tantas hélices.

Se trata de un modelo de octocóptero artesanal, que utiliza botellas de coca-cola de dos litros como depósitos de combustible y que monta una carlinga abierta de control con capacidad para dos personas (aunque a Shu no se la conoce mocita aún) con el que ha completado con éxito un vuelo inaugural en el angosto patio de su casa del pueblo de Dashu.

No es la primera vez que el agricultor ha plasmado con sus manos su gusto por la aviación. Antes de decantarse por este “platillo volante” construyó dos ultraligeros también en su casa, aunque ambos proyectos fracasaron.

El primero no pudo despegar por el reventón de un neumático en la pista de lanzamiento. 15 días después se las arregló para modificar el diseño y volar aproximadamente 30 metros a una altura inferior a siete metros sobre el suelo, antes de estrellarse y casi matarse.

Pero Shu, de Wuhan, provincia de Hubei, no se desanimó y dedicó toda su atención a los platillos volantes mientras duró su convalecencia en el hospital. Se gastó unos 60.000 yuanes (unos 7.000 €) en la construcción de este prototipo y realizó su primer vuelo el año pasado, aunque tampoco logró despegar.

Shu, erre que erre, volvió a la mesa de dibujo y comenzó a trabajar en esta segunda versión que esta vez sí ha logrado elevar con éxito hasta dos metros, sentado en la cabina del centro del platillo volador, como si un Koji Kabuto henchido de orgullo se tratara.

Y es para sentir orgullo. En contexto, la empresa alemana Moller International, la que más cerca está de poner en uso comercial un platillo volante con forma de octocóptero, lleva los últimos 30 años  (y más de 10 millones de euros invertidos) trabajando en el desarrollo de las tecnologías necesarias para una nueva clase de vehículos llamados "volantors".

El M200G "Neuera" (pronunciado "nueva era") será el primero de estos volantors en entrar en el mercado como un vehículo de despegue vertical y aterrizaje (VTOL) rápido, personal (sin mocita) y de bajo coste, con fines recreativos o de vehículo utilitario.

Por eso Shu Mansheng quiere ser un pionero en esta nueva era del transporte y planea seguir perfeccionando su platillo volante para hacerlo único en el aire; y también por una causa más loable, pues espera abrir una escuela para niños que comparten su pasión por la aeronáutica, pero que no pueden estudiar en escuelas ordinarias.

"Mi sueño es crear una escuela especial donde los niños podrán aprender todo tipo de cosas que no enseñan en las escuelas normales". Por desgracia, incluso su familia es contraria a la idea de verlo volando por los campos con su nave. O por lo menos a que la pruebe en el patio de la casa familiar.

Aunque necesitarán algo más que una opinión contraria para desanimar a un hombre convencido en tocar el cielo con los dedos. O, si es necesario, sin ellos.

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Vía China Daily

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