OPINION

Sin corriente, sin gas, sin carbón. Asa tus chuletas gracias a la luz del sol

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Entre los aficionados a la cocina hay quienes prefieren vitrocerámica y aquellos que optan por la cocina a gas de toda la vida. Los que se inclinan por platos más elaborados también tiran de horno. y en los pisos de estudiantes, el microondas constituye el culmen de la excelencia culinaria.

Sin embargo existe una nueva modalidad; barata, ecológica y al alcance de casi todo el mundo. Para ello usaremos un horno de alrededor de 700.000 kilómetros  de radio y 6.000 grados de temperatura (con la ruedecita al mínimo). Nos referimos, claro, a la cocina solar.

Consiste en aprovechar la radiación del astro rey para preparar todo tipo de platos. Aunque existen tres diseños básicos de cocina, todos pueden ser construidos a partir de materiales baratos, fáciles de encontrar y montar sin necesitar de estudiarse las cuatro primeras temporadas de Bricomanía previamente. Así las barbacoas del domingo ya no volverán a ser lo que eran.

Estos son los tres tipos diferentes de cocina solar, con sus ventajas e inconvenientes:

Las de tipo caja: Como su nombre indica, consisten en una caja forrada de reflectores solares en cuyo interior se deposita la sartén con los alimentos que queremos cocinar. Al estar cerrada se genera un micro efecto invernadero que impide que la radiación entrante salga al exterior, calentando la comida. Son las más lentas.

De panel: Diseño del francés Roger Bernard. Consiste en una serie de reflectores planos que concentran los rayos solares en un único punto, normalmente un bol o sartén. Son los más sencillos de utilizar y también los más baratos. Y puede servir para lograr un buen bronceado solar en un momento de achuchón.

Parabólicas: Se componen de bandas de reflectores que conforman un disco cóncavo que concentra los rayos solares en nuestro recipiente. Funcionan casi tan rápido como una cocina tradicional. Son las más complicadas de hacer y deben reorientarse cada 30 minutos para aprovechar al máximo la energía solar. También funcionan con un sistema remoto de seguimiento del astro rey.

Sus características comunes, independientemente del modelo que usemos, son su sencillo manejo y su reducido coste. No necesita leña, gas o carbón. Tampoco emite gases nocivos a la atmósfera. Se podría utilizar durante casi la totalidad del año, excluyendo los meses más fríos, aunque ese factor depende mucho del clima del país.

En el soleado México, por ejemplo, ya se probó con éxito el año pasado un diseño desarrollado por el ingeniero suizo Michael Götz en un puesto de tacos ambulante.

En Kenia, la ONG Solar Cookers International ha llevado con éxito cocinas de tipo panel a más de 15.000 familias pertenecientes a campos de refugiados. Cada unidad sólo cuesta 10 dólares, por lo que resulta factible implantarla en los lugares donde el combustible resulta más caro o escaso.

El concepto de cocina solar como tal fue inventado en 1767 por el geólogo y naturalista suizo Horace-Bénédict de Saussure, quien ya diseñó un primer prototipo de horno. No fue hasta mucho más tarde, entre los años 50 y 70 del siglo pasado, cuando la doctora húngara Maria Telkesi desarrolló los modelos que servirían como base para el desarrollo posterior de estos aparatos.

Si las chapuzas del hogar no son lo tuyo, también existen distintas empresas para llevarte el invento a casa por entre 100 y 500 euros, dependiendo del tamaño y del modelo.

Posibilidades de hacer la próxima barbacoa sin mancharte de carbón: Escasas. El que sólo puedan utilizarse al aire libre y resulten bastante más lentas que una cocina común las descarta para su uso corriente. Por lo menos para la ajetreada vida urbana. Sin embargo, terminarán triunfando con el tiempo ante la evidente falta de recursos energéticos a la que nos veremos abocados.

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