OPINION

Millonario hindú termina la casa más cara del mundo pero no quiere ocuparla porque le da mala suerte

File photo of Reliance Industries Chairman and Managing Director D. Ambani at the World Economic Forum in Davos
File photo of Reliance Industries Chairman and Managing Director D. Ambani at the World Economic Forum in Davos
Mukesh D. Ambani, Chairman and Managing Director, Reliance Industries, India, attends a session at the World Economic Forum (WEF) in Davos, in this file photo taken January 29, 2009. Ninth placed Ambani is valued at $27 billion on the Forbes Top 10 Riches

Hace justo un año, Mukesh Ambani, el hombre más rico de la India, quiso dar la campanada cuando anunció la finalización de las obras de la que, a día de hoy, es la casa más cara del planeta, un mega-duplex con vistas situado en la cumbre de un rascacielos de Bombay a la que bautizó como la "Torre Antilia".

La casa ha costado, con sus primeras calidades, 1.000 millones de dólares (700 millones de euros) y planeaba usarla como residencia privada, para aprovechar sus 27 pisos, tres helipuertos, garaje para 160 coches, bolera, gimnasio, piscina, cine y jardines colgantes a imagen y semejanza de los de Babilonia.

Sin embargo, tanto como Mukesh como su familia todavía no se han mudado definitivamente, ya que, según amigos y allegados, creen que la casa les traerá mala suerte, al contradecir su construcción los preceptos del Vastu Shastra.

Esta filosofía vital es similar a la práctica china del feng shui y especifica los cánones que debe seguir el diseño y la arquitectura de una casa para vivir de acuerdo con la ordenación del universo y así conseguir una vida plena.

La construcción de la vivienda ha corrido a cargo del estudio norteamericano Perkins+Wills, una de las firmas de arquitectura más importante del mundo, y los interiores han ido a la cuenta de resultados de sus colegas de Hirsch Bedner Associates.

Pero ambas firmas, en las que sus ejecutivos seguro que practican yoga, parece que se saltaron la clase siguiente de Vastu Shastra y han edificado un rompecabezas de fachadas, cristales, columnas y espacios raros que parece haría revolverse en su propia tumba a un santón hindú.

Entre otras cosas, un buen marchamo de "Vastu Shastra approved" requiere que las casas se construyan a partir de cero en una parcela cuadrada o rectangular y que no compartan ninguna pared con una propiedad adyacente. En este caso el edificio ha sido construido sobre los restos de un antiguo orfanato y parece que se vendió el solar de forma ilegal.

Para colmo, el principal requerimiento del Vastu Shastra dicta que la casa debe estar orientada al sol, para saludarlo todas las mañanas y que la llene con su energía; algo que se han pasado por el arco del triunfo los arquitectos infieles al poner mirando al sol la fachada con menos ventanas, justamente lo contrario que pregona la milenaria corriente de decoración.

Con estos mimbres, no es de extrañar que al entrar el propietario en su nueva residencia se le erizaran los pelos del cogote y no quiera volver por allí hasta que se le bajen los chakras hacia el blanco nuclear.

Por ahora la torre sigue vacía, sólo usándose para recepciones y saraos varios, mientras por la noches se ilumina de abajo hacia arriba y de adentro hacía afuera para que parezca viva. Pero siguen sin verse sombras de gente en su interior. Ni siquiera la de los 600 empleados domésticos que pensaban trabajar allí.

O quizá es que, simplemente, a Mukesh Ambani se le ha atragantado tan delicioso bocado, al quedarse grabadas en el aura de su domicilio la gran cantidad de críticas que los vecinos de Bombay han vertido sobre el proyecto, quienes rotundamente criticaron la construcción por 1.000 millones de dólares de un palacio de los placeres ostentosos en un país donde el ingreso medio es de poco más de 1.000 dólares al año.

Va a ser eso.

Vía: New York Times

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