OPINION

Un niño de 12 años idea su propio Angry Birds con un cañón neumático que lanza calabazas a 500 metros

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Sam Beards es un niño británico de 12 años que ha llevado su pasión por el popular juego de pajarracos voladores hasta un extremo único.

Concretamente hasta medio kilómetro de distancia, que es lo máximo que alcanza su potente cañón de aire comprimido disparando calabazas que él mismo, en compañía de sus hermanos, decora como los populares personajes del juego de Rovio.

Al igual que millones de personas en todo el mundo, Sam pasaba horas todos los días dándole a los pajaritos en la pequeña pantalla de su iPod, mientras sobrellevaba el tedio pre-adolescente que le adolecía en la granja de su padre, en Barford, Warwickshire (U.K).

Un momento, ¿dije granja? Exactamente pensó Sam un día que levantó los ojos de la pantalla y miró a su alrededor, descubriendo que tenía a su disposición todo lo necesario para recrear un escenario real para volar sus pájaros mosqueados: pacas de paja, tablones, bidones, calabazas a manos llenas...

Todo estaba allí, pero faltaba el tirachinas. Es ahí cuando entra en el siguiente nivel el padre de Sam, Dorian, que hace tiempo que quería dar una sorpresa a su prole mientras construía en secreto su mega-cañón de aire comprimido de tres cuartos de tonelada capaz de lanzar calabazas a distancia, para celebrar con sus retoños el Halloween a lo grande.

Lo hizo gracias a un sistema que presuriza el aire en un viejo tanque de propano, mediante la conexión de un compresor y luego, una válvula que se abre para liberar los 7 bares necesarios para lanzar una calabaza donde Cristo dio las tres voces.

Pero Halloween es sólo un día, y Angry Birds es un trino constante; así que una vez pasada la señalada fecha de los muertos, no le fue difícil al pequeño Sam convencer a su padre para que le dejara reutilizar el cañón, que le había costado cerca de 600 € en materiales, para recrear fielmente un escenario operativo para el juego.

Antes, por supuesto, el pequeño Sam tuvo que enseñarle primero el Angry Birds en su iPod, pues a su padre le sonaba a chino todo aquello.

El padre, aliviado tras descubrir por fin en que gastaba su hijo las horas muertas, aceptó, siempre que no se utilizaran a sus cerdos como objetivos; y más cuando pensó que en vez de una idea peregrina incluso podría ayudar a la economía familiar, al convertir su granja en un escenario de juego donde los turistas puedan ir a gastar sus libras para quitarse de las tensiones lanzando calabazas, mientras escuchan, quizá, temas de los "Smashing Pumpkins" por los altavoces.

Y quién dice calabazas, dice sandías, balones de reglamento o cualquier esférico susceptible de servir para el propósito, que no es más que pasarlo bien en compañía de los tuyos. O de los demás, siempre que lleven dinerito fresco en el bolsillo claro, que los tiempos están muy crispados.

Como los Angry Birds, sin ir más lejos.

Si quieres ver como funciona el Angry Birds real, aquí tienes un vídeo.

Vía World Must Be Crazy

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