OPINION

El cortejo de unos robots para concebir el repostaje autónomo en vuelos comerciales

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Repostar en tierra no sólo es un inconveniente en tiempo y coste para los aviones. También lo es para los usuarios, que ultimamente parece que incluso empiezan a pagar, y de su bolsillo, el preciado combustible.

Todo cambiaría en el mundo de la navegación aérea si un avión comercial pudiera reabastecerse en vuelo como los aviones militares.

Para ello, investigadores de la Universidad de Bristol (U.K.), en colaboración con la compañía aeroespacial británica Cobham, han empezando a usar simuladores robóticos para explorar las posibilidades de las operaciones de repostaje de aviones en el aire de manera autónoma.

Esta maniobra es en realidad una de las facetas más importantes del proyecto ASTRAEA (Autonomous Systems Technology Related Airborne Evaluation and Assessment) que también pretende abrir el espacio aéreo a los depósitos llenos para los vehículos aéreos no tripulados.

Una de las ventajas clave de los vehículos aéreos no tripulados es que pueden permanecer en el aire por períodos más largos de tiempo, al no llevar carga ni pilotos humanos que tengan que hacer descansos. Sin embargo, todas estas ventajas se difuminan cuando tienen que aterrizar como los aviones convencionales a llenar el depósito.

Por eso han diseñado dos sistemas robóticos para simular las operaciones de repostaje aire-aire y reproducir la físca de la operación, que se pueda hacer sin depender de la pericia al timón de un piloto, de manera autónoma y efectiva.

El sistema se compone de una copia exacta del cono de acople que cualquier avión-cisterna tendría, montada en el extremo del brazo móvil, que a su vez se complementa con la sonda colocada en una vía de 10 m de largo, que replica la distancia esencial de acercamiento de la aeronave.

Una serie de sensores de medida ayudarán en la localización de la posición espacial de ambos elementos en tiempo real.

Los ingenieros imitan en los brazos robóticos los ojos, las manos y el cerebro del piloto, para detectar donde está la cisterna, donde se inserta la manguera y cómo se relacionan la una con la otra, pues como ocurre en la vida real, una vez que entras en el orificio te conviertes en parte del receptor, así que es necesario mantener la formación de acuerdo con sus movimientos.

Los investigadores afirman que existe algo extrañamente hipnótico al observar la oscilación de una sonda flotando en un túnel de viento, mientras que poco a poco se va acercando y coincide con el movimiento de su receptor, como en una especie de elaborada danza de cortejo.

Así que el primer aspecto del proyecto es entender lo que realmente ocurre durante una maniobra de reabastecimiento, las distintas fuerzas físicas que entran en juego y las decisiones que el piloto debe tomar. Después de haber establecido un "entorno sintético" con la incorporación de todos estos aspectos, el equipo necesita un espacio para probar tanto el hardware como las soluciones de software.

Como todo ingeniero sabe, la simulación por ordenador no es sustituta de lo real, y menos cuando hablamos de aviones cargados con 300 personas a bordo; es ahí donde entran los vehículos aéreos no tripulados, que harán de conejillos de indias como puente a una hipotética implantación en la navegación comercial tripulada.

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Vía Universidad de BristolSUAS News

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