OPINION

El robot bicéfalo de Arata Isozaki

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Hubo un tiempo en que la fascinación de los japoneses por la robótica nos hizo creer que, algún día, serían capaces de construir algo parecido a un Mazinger Z.

El futuro ha llegado y de momento no vemos ese tipo de robots gigantes saliendo de las cascadas, robots como el que presidía la famosa Expo 70 que se celebró ese año en Osaka y en la que los japoneses echaron el resto para demostrar lo futurista de su ideario de progreso.

En realidad, el enorme mecanoide, creado por el famoso arquitecto japonés Arata Isozaki y que dió la bienvenida a los asistentes del 15 de marzo al 13 de septiembre, sí que tenía algunos puntos en común con los que aparecían en los dibujos: su elevado tamaño y sus torres de control en la cabeza.

De hecho, el aparato tenía en realidad dos puestos de control, cada uno con un objetivo diferente.

La primera "cabeza" recogía datos del ambiente, utilizando cámaras y micrófonos; y los procesaba, para después transmitirlos a la sala de control principal, donde se recibían las instrucciones para emitir una respuesta, que podía ser en forma de humo, olores, luces y sonidos con los que sorprender a los espectadores e interactuar con ellos en alegre armonía.

Además, su cuerpo podía variar en altura, bajando o subiendo hasta alcanzar los 8 metros. Los brazos eran articulados y telescópicos, lo que permitía que hiciera ciertos trucos. La idea es que cuando el cuerpo estaba levantado, la base se convertía en un escenario sobre el que pudieran bailar las majorettes niponas; aunque, también, era posible que el robot realizara una serie de toscos movimientos danzarines.

Este coloso mecánico estaba alojado bajo la zona espacial de la Plaza del Festival de Kenzo Tange. La Expo de Osaka de 1970 fue la más visitada de la historia; más de 70 millones de curiosos se acercaron por sus pabellones. España, por cierto, no estaba entre los países colaboradores, aunque acudieron al acontecimiento setenta y siete naciones, que compartieron el tema "el Progreso y la Armonía de la Humanidad".

Isozaki también es uno de los ingenieros más famosos de su generación. Tras graduarse en 1954, su trabajo fue influido en sus primeros años por los Metabolistas, una corriente arquitectónica contemporánea conformada por un grupo de arquitectos japoneses y urbanistas que abrazaban la idea de una ciudad del futuro habitada por una sociedad masificada, caracterizada por grandes escalas, estructuras flexibles y extensibles con un crecimiento similar al orgánico.

En los 70 comenzó a huir de estas tendencias. Aunque se dedicaba principalmente a la construcción de edificios, el gobierno japonés le encargó este singular proyecto mecatrónico. Gracias a él comenzó a trabajar para occidente, diseñando cosas como la discoteca Palladium de Nueva York o el Museo de arte contemporáneo de Los Ángeles, y abriendo oficinas por todo el mundo. Incluso tiene una en nuestro país.

Aquí, por desgracia, no ha construido ningún robot; aunque sí cosas como el acceso al Caixa Fórum o el rascacielos de Puerto Triana.

Via Ilishi

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