OPINION

La caseta de perro que diseñó Frank Lloyd Wright (y que el can nunca quiso usar)

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Puede que muchos no le daríamos demasiada importancia a un acto como elegir una caseta de perro en el jardín: les vale cualquier cosa. Claro que si tu vivienda fue planificada por un arquitecto de fama mundial como Frank Lloyd Wright, la cosa cambia: es imprescindible (o casi) que haga juego con el resto del edificio. El asunto está en si ese legendario profesional tendrá tiempo para diseñar una casa para el perro del niño: lo más normal es que no.

Y sin embargo es lo que sucedió en 1952, cuando Wright, conocido por su mal genio y elevadísimo ego, accedió a crear una caseta para el joven Jim Berfer (o mejor dicho, para su perro, un labrador negro de nombre Eddie).Y es que hasta alguien así quedó conmovido al recibir una carta en la que el chaval de 12 años le suplicaba que lo hiciera, ofreciéndole todo lo ganado en su ruta de reparto de periódico durante varios meses.

[caption id="" align="alignnone" width="464" caption="La carta del pequeño Jimmy"][/caption]

Wright ya había diseñado, 20 años atrás, la casa donde vivía el pequeño Jimmy y su familia, y que su padre construyó con sus propias manos durante todo este tiempo. Así que tiene lógica que el crío se dirigiese a él a la hora de buscarle cobijo al animal. Wright estaba ocupado en esos momentos y le dio largas. Pero meses después, sorprendentemente, accedió a planificar el hogar del chucho, y poco después, entregó los planos, que el padre de Jimmy, una vez más, se encargo de convertir en realidad… con retraso, cuando el niño era ya un joven alistado al ejército.

De hecho, al morir el Sr. Berfer padre, su madre hizo de madre y tiró la caseta, considerándolo un trasto inútil. Pero ese no fue el destino final del diseño de Wright. En 2010, Michael Miner, un joven que prepara un documental sobre la figura del arquitecto, conoció a un ya jubilado Jim Berfer, quién le contó su historia y prestó tanto aquellas cartas como los diseños originales de la pequeña construcción.

Se trata de una caseta de forma hexágonal, rematada por un tejado triangular. Miner, que quiso construir una él mismo, la comparó con un destructor imperial de "La guerra de las galaxias". Wright sugirió al pequeño usar el mismo tipo de caoba filipina y cedro que la propia residencia de la familia fueran incorporadas en la morada de la mascota.

Miner grabó todo el proceso de reconstrucción, y lo incluirá en su documental Romanza, puesto que está entusiasmado con el hallazgo: “es la historia más humana de todas las de la película”, afirma. Wright diseñó enormes edificios tales como el Guggenheim de NY o el Hotel Imperial de Tokio, con lo cual el constrate que genera tener esta anéctoda tan entrañable hace más interesante el film y más rica la figura del propio arquitecto.

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Eso sí: a los propios perros de la familia… ¡jamás les gustó su nuevo refugio! Ni la primera mascota de Jim ni el resto de animales que tuvieron los Berfer usaron el habitáculo que prepararon sus amos, y prefería dormir en el porche. Por lo visto, los planos originales no eran todo lo perfectos que la reputación de Wright sugería: tenían goteras.

Visto en Architicer.

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