OPINION

El Padre Orkolaga y la galerna de la noche de Santa Clara

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Se cumplen 100 años de la famosa galerna de 1912 que azotó la costa vasca y acabó con la vida de toda una generación de arrantzales. Lo ocurrido aquella noche del 12 al 13 de agosto es considerado por muchos como la mayor catástrofe del Cantábrico, una "tormenta perfecta" que todo indica se trató de una galerna frontal seguida de una ciclogénesis explosiva, un fenómeno que dinamitó para siempre la forma en que se emitían los avisos meteorológicos en nuestro país.

Las galernas se forman sobre todo en verano, por las masas de aire cálido atrapadas entre el mar y los montes costeros. Empiezan a la altura de Avilés y se vuelven más intensas entre Ontón y Biarritz. El viento gira en pocos instantes de sur a noroeste y arrecia bruscamente, produciendo fuertes marejadas.

Los pescadores que pudieron huir de esta galerna de 1912 relataban trágicos detalles de lo vivido: “olas como casas de grandes” y 143 hombres muertos, 116 de Bermeo, 8 de Elantxobe, 16 de Lekeitio y 3 de Ondarroa, quedando viudas 75 viudas mujeres y huérfanos 225 niños. La media de edad de los fallecidos era de 29 años.

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Cuando ocurrió la desgracia, el sector pesquero se encontraba inmerso en un proceso de profundos cambios, pues se estaba pasando del remo y de la vela a la propulsión mecánica y las artes de pesca modernas.

Tras la galerna, tanto las cofradías de pescadores como la opinión pública solicitaron a las instituciones que revisaran la seguridad de los pescadores. También pidieron la creación de puertos de refugio y de una flotilla de buques de salvamento, escuelas de pesca, así como la implantación de motores en las lanchas pesqueras.

Y sobre todo pidieron el establecimiento de un sistema de alarma compuesto de observatorios meteorológicos locales que avisaran sin demora de la llegada de galernas y frentes de borrascas. Porque las comunicaciones fueron la principal causa de aquella tragedia que mató a 143 vizcaínos. Sin embargo, entre todas las víctimas no había ni un solo arrantzal guipuzcoano. ¿Cómo se salvaron?

Los de Guipúzcoa se salvaron al atender los avisos del padre Orkolaga, meteorólogo sin estudios de meteorología y fundador del Observatorio del Monte Igueldo, en San Sebastián, que con métodos muy rudimentarios pudo prever la galerna y puso un aviso en el portón de entrada del puerto.

Este observatorio permite ver desde Cabo Cabo Machichaco hasta las Landas francesas y se eligió su ubicación precisamente para poder anticipar las galernas. Aquella jornada de 1912 la presión cayó espectacularmente 15 milibares en apenas 12 horas y gracias al aviso del padre, ninguna lancha guipuzcoana se hizo a la mar.

Ese día la costera del bonito estaba terminando y no había sido buena. Por la noche, en cambio, los barcos de Bermeo, Lekeitio, Ondarroa y Elantxobe (todos en Vizcaya) estaban haciendo buena pesca, días antes del cierre oficial, faenando a cuarenta millas. Según contaron algunos supervivientes, los pescadores franceses les hicieron señales, y llegaron a mostrarles los barómetros de a bordo antes de regresar a puerto, pero los vizcaínos siguieron pescando.

Los guipuzcoanos se salvaron gracias a las comunicaciones, ya que al tener un observatorio meteorológico disponían del aviso. Porque por aquel entonces nuestro servicio de meteorología estaba tan atrasado que los partes tardaban horas en llegar, pues se centralizaban desde Madrid.

Además, la predicción en aquella época se acercaba mucho a la observación, así que cuando se elaboraban los mapas meteorológicos, casi que ya había pasado el fenómeno. Así que los pescadores solamente podían ser avisados insitu por alguien que tuviera mucha experiencia en meteorología local.

En el Monte Igueldo funcionaba desde 1905 el observatorio meteorológico, construido gracias al afán y esfuerzo desplegado por un sacerdote aficionado a las cosas del cielo. Lejos de las predicciones meteorológicas tradicionales hechas a ojo de buen cubero, basaba sus cálculos en la ciencia meteorológica, lo que hizo que sus estimaciones fueran muy apreciadas por los hombres de mar.

Sin embargo, sus primeras súplicas para la instalación de una red de estaciones meteorológicas en condiciones toparon con la racanería de las diputaciones vizcaína y guipuzcoana y con las reticencias políticas de los oponentes a las ideas integristas del sacerdote, llamado por algunos El padre de las borrascas.

Un año después de la catástrofe anticipada por Juan Miguel Orkolaga, en 1913, el Observatorio del Monte Igueldo instaló la telegrafía sin hilos. Desde entonces, tanto los pescadores como los remeros del Cantábrico siguen con atención los fenómenos atmosféricos que les dictan este tipo de observatorios locales.

Más info: El observatorio meteorológico del Monte Igueldo, EuskomediaDeia y Diario Montañés

El vídeo es del documental: GALERNA. La Tormenta Desconocida, dirigido por Jabi Elortegi y producido por Pausoka Entertainment.

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