OPINION

Midiendo la velocidad de los vientos de un tornado con una gallina y un cañón

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Con los años, los tornados han aspirado muchas cosas para luego arrojarlas a su alrededor, incluyendo una niña que se llamaba Dorothy y un buen número de gallinas sin plumas.

De hecho, una de las leyendas urbanas más antiguas que se relacionan en EE.UU. con los tornados es que la fuerza de sus vientos es capaz de desplumar una gallina y dejarla rasurada. Así que durante muchos años una forma de estimar la velocidad del viento que sopla en el vórtice de un tornado fue intentar determinar experimentalmente qué velocidad se requiere para arrancar las plumas del ave.

Es curioso cómo la teoría del tornado que deja a las gallinas sin plumas ha sido aceptada por muchas personas durante bastantes años, apoyada por una teoría alternativa que también fue ampliamente aceptada en el siglo 19, y que decía que las cargas eléctricas opuestas durante el paso del tornado ayudaban al despojado de las plumas de las gallinas y llegaban, incluso, a rasgar la ropa de la gente.

La sabiduría convencional acerca de este fenómeno se puede encontrar ampliamente documentada en el libro de H.A. Hazen “The Tornado”, publicado en 1890 y que describe un experimento de 1842 realizado por el profesor Elias Loomis en el Western Reserve College en Ohio.

Su objetivo era obtener una perspectiva de la velocidad del viento necesaria para el desplume de la gallina:

"Con el fin de determinar la velocidad necesaria para quitar las plumas, se cargaron cinco onzas de pólvora en un cañón de artillería y se metió una gallina muerta en su interior, mientras el arma apuntaba hacia arriba. Y se disparó. Las plumas llegaron a una altura de veinte o treinta pies y se dispersaron con el viento. En el examen posterior, se encontró que la piel rara vez se había adherido a las plumas. El cuerpo se rompió en fragmentos pequeños. La velocidad fue de 341 millas por hora”.

Loomis especuló entonces que, si una gallina viva se disparaba a 100 millas por hora (160 Km/h), los resultados serían igual de efectivos; pero, al parecer, nunca más lo intentó para dar con la cifra exacta.

Más de un siglo después, en 1975, Bernard Vonnegut, un físico de la Universidad Estatal de Nueva York en Albany, analizó el proceso experimental de Loomis en la impagable monografía “Chicken Plucking as Measure of Tornado Wind Speed” y definitivamente enterró este mito entre montones de plumas aviares.

En primer lugar, puntualizaba que es muy difícil separar los efectos producidos por la explosión de un cañón de las que lo son el resultado del movimiento del ave con respecto al aire. En segundo lugar, también decía que las plumas de un ave a veces son más fáciles de arrancar, especialmente durante una respuesta fisiológica conocida como la "muda", que hace que durante condiciones de estrés los folículos del ave se relajan, de manera que las plumas se puede sacar con una fuerza mucho menor que la que se requiere normalmente.

Y meter a un pollo en un cañón es sin duda un motivo aceptado de estrés: “Posiblemente esto puede deberse a un mecanismo evolutivo de supervivencia, dejando a un depredador con sólo un bocado de plumas y permitiendo que el ave pueda escapar ", escribía Bernard Vonnegut, que concluyó que “debido a que la fuerza requerida para retirar las plumas de los folículos varía en un amplio intervalo de una manera complicada e impredecible, el fenómeno del desplume con cañón es de dudoso valor como un índice para medir cualquier cosa”.

Fuentes: H.A. Hazen “The Tornado”“Chicken Plucking as Measure of Tornado Wind Speed” de Bernard Vonnegut

Vía: Tornado Project

Ilustración de Nobrow Magazine

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