OPINION

El espíritu que te atrapa: epilépticos convertidos en magos

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Imagen de la serie Rituales de Haití, de Cristina García Rodero.

La mujer cae al suelo, sus miembros empiezan a agitarse, los dedos rígidos; sus ojos están muy abiertos aunque su mirada parece atravesar los objetos, de la comisura de su boca sale un hilo de espuma...Un médico no dudaría en determinar que la mujer está sufriendo un ataque de epilepsia. Por su parte, un curandero no dudaría achacar el extraño comportamiento de la mujer a una posesión, tal vez demoníaca, quizá del espíritu de un animal que no debió cazarse...

La idea de que las personas cuyos cerebros funcionan de un modo poco convencional también dispongan de capacidades inusuales resulta muy atractiva. Como consecuencia de esta atribución, los epilépticos suelen ejercer de magos, brujos y chamanes en culturas ancestrales. Un empleo no exento de riesgo, pues como advierte el neurólogo Javier Carod, "sin la atención adecuada los epilépticos mueren muy jóvenes, bien por accidentes, bien porque son asesinados por la tribu".

Carod describió anoche durante la conferencia "Alteración de los estados de conciencia, ritos y epilepsia" las distintas interpretaciones de la epilepsia de tres pueblos primitivos del continente americano: los tzeltal, de Chiapas, los kamayurá de la selva amazónica y los chipaya, del altiplano boliviano.

Los tzeltal consideran brujos a los portadores del "tub tub ikal", una dolencia que se adquiere en la vida adulta y permanece en la sangre. El tratamiento para mitigar los ataques consiste en una infusión procedente de las semillas de dos plantas.

Por su parte, los kamayurá, una tribu del norte de Brasil no contactada hasta hace 10 años, asumen que las convulsiones de los epilépticos son la consecuencia de la venganza de un animal que no debía ser cazado, como el armadillo. El "teawarup" se trata con tsimó, una planta ictiotóxica que utilizan para adormecer a los peces y así poder pescarlos.

Finalmente, los chipaya que viven a 4.000 metros de altitud en los andes bolivianos, "han descrito una concienzuda clasificación de formas de epilepsia", según Carod: "crisis atónicas, oculogiras, amnesia post-crisis, muerte súbita..." Según los chipaya, el síndrome "tukuri" se origina por un mal de ojo que penetra por los orificios nasales de la víctima o bien como castigo por haber maltratado a su esposa.Santiago López –Pavillard y Francisco Javier Carod, anoche en el Museo de Antropología de Madrid.

En "The spirit catches you and you fall down", Anne Fadiman explica que la población hmong, del sudeste asiático, venera a los epilépticos.

"Creen que los ataques que sufren demuestran que tienen la capacidad de percibir cosas que el resto de la gente no puede (...) El hecho de estar enfermos les permite sentir una empatía intuitiva por el sufrimiento de los demás".

Susan Pinker, refiere en "La paradoja sexual" la cita de Fadiman para ilustrar la condición supuestamente sobrenatural de los epilépticos:

Las personas con "quad dab peg", que significa "el espíritu que te atrapa", suelen ser varones y se les considera especialmente idóneos para ser líderes espirituales o sanadores, precisamente por ser epilépticos. La visión romántica de los trastornos cerebrales puede tener consecuencias trágicas. Lia Lee, la joven protagonista del retrato de Fadiman, fallece debido a la confusión transcultural sobre si se debía tratar su enfermedad o no; percepciones de la esquizofrenia igualmente románticas.

El riesgo de ser epiléptico y carecer de un tratamiento adecuado es evidente. Según contó el neurólogo Carod, "los epilépticos mueren jóvenes: sufren accidentes, se ahogan o son asesinados porque se les acusa de transmitir el mal de ojo". Hablamos de millones de personas: "El 95% de los epilépticos del tercer mundo no reciben ningún tratamiento. En el norte de la India el 6% de las personas sufren ataques, una prevalencia seis veces superior a que tenemos en España".

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