OPINION

China, 1958: el Gran Traspiés Adelante

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El segundo plan quinquenal bajo la égida de Mao Tse Tung recibió el pomposo nombre de Gran Salto Adelante y sus nefastos resultados tan sólo fueron superados por la posterior Revolución Cultural. Una vez colectivizadas la mayoría de las granjas, la obsesión del dictador fue conseguir que China superara la producción de acero del Reino Unido en un período de 15 años.

El objetivo no declarado, según relatan Jung Chang y Jon Halliday en "Mao, la historia desconocida", era construir una gigantesca flota de barcos de guerra que permitiera a China desembarcar en Japón, Filipinas y San Francisco: "Mao dominaba China y ahora quería dominar el mundo", afirman los autores.

En aquel entonces la producción anual de acero era de 5,7 millones de toneladas anuales, una cifra que Mao decidió se doblaría al año siguiente. Consciente de lo utópico de la tarea pero incapaz de contrariar al Gran Timonel, el responsable de industria puso a las fundiciones a funcionar por encima de sus posibilidades. En los siguientes meses murieron 30.000 obreros en accidentes o por agotamiento.

A lo largo de 1959 empezó a verse que el objetivo de los 11 millones de toneladas se tornaba irrealizable, así que se ordenó que los ciudadanos colaboraran en la tarea e instalaran hornos de fundición en sus casas. 90 millones de personas se pusieron a la tarea. Para conseguir la temperatura de fundición se quemaron millones de casas y se talaron buena parte de los bosques chinos. Además, se obligó a los campesinos a entregar todos sus objetos metálicos para su fundición, de modo que tuvieron que desprenderse de sus aperos de labranza, utensilios de cocina o picaportes de las casas.

Por si fuera poco, los hombres estaban todo el día entregados a cumplir el desmesurado cupo impuesto por el Politburó, de forma que sólo las mujeres y los niños atendían las labores del campo...con sus propias manos, pues las herramientas habían sido fundidas.

Finalmente, llegó el fin de año chino y el objetivo se logró por los pelos. Una victoria pírrica, de cualquier manera: el 40% de la producción era absolutamente inútil, como tuvo que reconocer el propio Mao. Los lingotes fundidos por los hornos caseros no eran acero sino un hierro de baja calidad y el único acero "bueno" era el producido por las grandes siderurgias, que utilizaban carbón como combustible. A pesar de ello, el programa no fue detenido hasta varios meses después, para no apagar el entusiasmo de las masas revolucionarias.

Uno de los efectos indeseados del programa metalúrgico es que los campesinos perdieron 10.000 millones de horas de trabajo en el campo que, combinada con la sequía de los años siguientes desencadenó una hambruna que mató a dos millones de personas, además de la tala indiscriminada de los bosques, la destrucción de millones de casas de madera utilizadas como leña y la casi extinción de los gorriones del país. Pero eso, ya es otra historia.

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