OPINION

"127 horas": la historia del hombre que se cortó un brazo para vivir

AronRalston05
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La historia de Aaron Ralston conmovió al mundo en 2003: el joven escalador quedó atrapado por una gran roca mientras escalaba y permaneció enganchado durante cinco largos días hasta que tomó una decisión drástica: ante la eventualidad de una muerte segura se cortó su propio brazo a la altura del codo. La historia –de terror pero también de superación- de Ralston la acaba de llevar al cine Danny Boyle, el director de “Trainspotting” y “Slum Dog Millonaire”; la película se llama “127 horas”, las 126 que pasó Ralston atrapado y la que tardó en cortarse el brazo con la navaja suiza.

Aaron Ralston salió un soleado día de mayo a hacer cañones en solitario en el parque Nacional de Canyonlands, en Utah (EEUU). Cuando atravesaba un estrecho desfiladero una roja de 400 kilos se desprendió y le cayó sobre su brazo derecho, quedando apresado a varios metros de altura. Nadie conocía los planes de escalada de Ralston, de modo que el joven escalador -27 años en aquel entonces- sabía que nadie vendría a rescatarle. Tras cinco días en los que apuró sus víveres y acabó bebiendo su propia orina, Aaron tomó la decisión que salvaría su vida y le convertiría en un mito: cortar su propio brazo.

Foto tomada por el propio Aaron durante su confinamiento.

Según cuenta en su libro en su libro “Between a rock and a hard place”, hizo palanca con una roca hasta romper su radio y su cúbito. A continuación, cortó la piel y el músculo con la navaja multiusos. Cortar el músculo “no fue doloroso” porque a esas alturas el brazo estaba muerto. Con las tenazas logró cortar los tendones y el hueso remanente y ahí sí que sintió dolor. Mucho dolor. Escuchemos el relato de propio Aaron:

Tan pronto como logré abrir un agujero lo suficientemente grande en mi brazo, podía sentir las fibras musculares y empecé a cortarlas violentamente. El dolor era constante –imagínate el dolor que sientes cuando te pillas el dedo con la puerta del coche-: era un dolor que surgía de lo más profundo del alma. Mi sangre estaba desparramada por alrededor de todo el cañón, pero lo único que pensaba era: “¡Menuda anécdota voy a contar a los colegas!”

Las herramientas utilizadas para amputar el brazo. La navaja multiusos se la regalaron por comprar una linterna.

Una vez liberado tuvo que descender mediante rappel una pared vertical de 20 metros y atravesar los 13 kilómetros que le quedaban hasta llegar a su vehículo en mitad del caluroso mediodía. Por fortuna, en el camino encontró a una familia de holandeses, que le dieron agua y galletas Oreo, y avisaron al equipo de rescate. Una vez curado, las autoridades del parque recuperaron el brazo muerto, que fue cremado y entregado a su legítimo y esforzado dueño.

Aaron tiene hoy un brazo mecánico con el que sigue escalando de vez en cuando y se dedica a dar esas conferencias sobre autosuperación que tanto gustan a los americanos. Y seguramente irá al cine a ver a James Franco poniéndole en su sufrida piel. En pantalla gigante. Sin cortes.

Visto en Wired.

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