Se hace llamar Evaristo Silvestre, un nombre supuesto “para evitar represalias”, y se considera una “víctima de Cortylandia”. Desde hace 8 años, que se mudó a su flamante ático en la calle Arenal, a pocos metros del Corte Inglés de Sol, en el centro de Madrid, la Navidad es para Evaristo Silvestre una época desquiciada y frenética por culpa de las multitudes que invaden calles y aceras en su afán por asistir ese longevo espectáculo de marionetas robotizadas que se llama Cortylandia.
La melodía de Cortylandia, idéntica año tras año, se mete en la cabeza como gusano de oreja, nos cuenta en el vídeo Silvestre.
Hoy contamos en Strambotic con el desgarrado testimonio de Silvestre, una víctima, un mártir. Sabemos que su caso no es único: somos legión los que nos enerva la llegada de “tan señaladas fiestas”, empezando por la impúdica exhibición de pelucas, artículos de coña y otros adminículos de temporada, y siguiendo por las colas en doña Manolita, síntoma inequívoco de que algo falla en la educación de este país.
Entre tanto, otros disfrutan.
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