Todos los voluntarios estaban compungidos tras el accidente menos el que empuja la pata trasera, que se congratula.
Se reían de los japoneses: “¡Mírales, haciendo el ridi con un rinoceronte de cartón-piedra!”, pero los activistas contra la caza furtiva de aquellos cuadrúpedos en Sudáfrica se lo pensarán dos veces antes de volver a utilizar un rinoceronte de verdad en una demo: en esta ocasión se cargaron al pobre bicho, de nombre Spencer.
La demostración organizada por el Proyecto de Rescate de Rinocerontes tuvo lugar en la Reserva de Rinocerontes y Leones a las afueras de Johannesburgo. Su objetivo era demostrar a los periodistas un nuevo método para evitar la caza furtiva del animal, muy amenazado por sus cuernos, que algunos chinos ignorantes creen erróneamente que tiene cualidades afrodisíacas.
La medida consistía en introducir un microchip en el cuerno del animal. Los veterinarios procedieron a anestesiar al animal para insertar el dispositivo, pero éste cayó redondo al suelo, siendo imposible reanimarle. A pesar de todo, los conservacionistas escurrieron el bulto, afirmando que la medida es “cien por cien segura” y que el pobre Spencer probablemente murió por su avanzada edad, 22 años.
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