OPINION

Una joven inglesa se ha comido más de 100 jabones y 4.000 esponjas

esponja (2)
esponja (2)

En un episodio de la clásica serie Ren & Stimpy, el chihuahua masticaba con pasión una pastilla de jabón, aquejado de la locura especial. El desorden de nuestra protagonista es bastante más terrestre, aunque más pronunciado, puesto que la dieta de esta mujer se compone principalmente de esponjas y jabones.

Kerry Trebilcock es una enfermera dental de 21 años con un gusto gastronómico peculiar. A día de hoy se ha comido ya 4.000 esponjas y más de 100 barras de jabón. Y hasta tiene sus marcas favoritas. La chica es víctima de un desorden llamado “pica”, que le hace ansiar comer objetos poco recomendables: tizas, arena, bombillas… o estos productos de higiene en su caso. Para que se quejen los que no gustan de la piña a la pizza…

Kerry se ha convertido en una auténtica gourmet del jabón. Cada vez que va al súper, llena su carrito de “deliciosas” viandas: 40 esponjas como mínimo y varios jabones de todo tipo. Le entra hambre sólo con pasar por la sección de productos de higiene. Su variedad favorita es "limón orgánico", y a día de hoy, declara ser muy selecta con las esponjas y pastillas que paladea, y en su manera de prepararlas.

Por ejemplo, suele usar ketchup y salsa barbacoa para aderezar sus sesiones de picoteo. Si por el contrario es la hora del té, o le apetece un postre, moja las esponjas en te o chocolate calentito. Aquellos que piensen que los churros engordan mucho, ya tienen alternativa, aunque algo más indigesta, claro: para presumir hay que sufrir.

“Si salgo, llevo trocitos de esponja en una bolsita, con tomate y salsa barbacoa en un tupper. Nunca salgo sin un snack”, declara. La chica cree que contrajo la enfermedad en un viaje a Marruecos, donde fue infectada de uncinaria, un parásito que anida en el estómago. Es el motivo por el cual se ha convertido en un pozo sin fondo que siempre tiene hambre.

Una tarde, tras meterse una buena comilona entre pecho y espalda, comprobó que seguía teniendo hambre. “Para distraerme, me puse a lavar los platos. Saqué una esponja nueva del envoltorio y tuve un deseo irrefrenable de comérmela. Me senté con un vaso de agua y la mastiqué hasta tragármela. No sabía a nada, pero me gustó comérmela. Por fin dejé de tener hambre”, comentaba la joven.

Kerry está decidida a superar este síndrome, y ha comenzado un programa de desintoxicación. En lugar de metadona, está usando un tipo de chicle de sabor similar al jabón. Además, frecuenta foros donde los aquejados de este desorden pueden compartir historias y buscar apoyo.

El “pica” se asocia principalmente a niños pequeños: aquel compañero tuyo que ingería trocitos de goma de borrar es bien posible que lo padeciese, aunque como vemos no es el único caso en el que puede darse. Otras aquejados del mismo son embarazadas y otros pacientes con algún tipo de trastorno que desarrollan este síndrome como patología secundaria.

El de hoy está entre los ejemplos más extremos. Otras noticias recientes son el de Emma Veness, una embarazada de 26 años que tenía la necesidad convulsiva de comer limpiamuebles. A otros les dio por paladear madera, pelo o papeles. O incluso cristales. Que de vez en cuando puede estar bien, pero que tampoco recomendamos a diario. Todo con mesura.

Visto en Daily Mirror y Daily Mail.

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