Javier Sardá vuelve a no convencer, y eso que ha invocado a fantasmas del pasado

“Antes de nada quiero enviarle un beso a Mercedes Milá. A mi me gusta la gente que hace lo que la da la gana. Con la misma libertad que nos dijo que estaba con nosotros nos ha dicho adiós”. Así empezó Javier Sardá el tercer programa de La Tribu, tras la decisión de la presentadora de abandonar el programa. Una de las razones que ha dado ha sido que la audiencia manda, y hay que escucharla.

Y eso mismo han hecho en Telecinco al cambiar el espacio de emisión tras los pobres datos de audiencia que registró del pasado viernes, al marcar un nuevo mínimo para el prime time de Telecinco (9.3% y 1.052.000) y otorgar un máximo para DEC de Antena 3 (24.9% y 2.696.000). Este viernes no hay cita con La Tribu. Se habla de que se emitirá el martes. Lo que si es seguro es que volverá a la madrugada.. Aunque visto lo visto, ¿seguirá teniendo tirón?

El pasado viernes, las exclusivas de Junior sobre las peleas con sus hijas tras la muerte de Rocío Durcal y la separación de Lydia Bosch, entre otras noticias, pudieron de nuevo con La Tribu. Está claro que los viernes por la noche la audiencia lo que quiere es entretenimiento. Pero ¿de qué tipo?

La tercera entrega de La Tribu poco tuvo que ver con las anteriores, sobre todo porque la nostalgia y la actualidad se apoderaron del guión. Por primera vez no hubo entradas y salidas sin sentido, todo tenía más orden, pero hicieron acto de presencia fantasmas del pasado. El baile del pañuelo volvió a sonar en un plató al que Sardá se refirió como lugar donde durante ocho años se vivieron muchas cosas. Y utilizó estas palabras para presentar a Galindo, quien reconoció que tenía 72 años, justo después de que Boris Izaguirre se pareciera más que nunca a aquel venezolano que al grito de ‘Páralo Paul’ se ganó a la audiencia.

La Tribu se despidió con Yola Berrocal, Toni Genil y Arlequín encima de la mesa. Habrá que esperar a la siguiente entrega para ver si los marcianos de Crónicas se apoderan de La Tribu.