OPINION

Cuando la mentira es 'De buena ley'

DE BUENA LEY ESTUDIO
DE BUENA LEY ESTUDIO

La semana que viene, De buena ley cumple 600 programas en Telecinco. Sandra Barneda presenta esta versión renovada retro del Veredicto de Ana Rosa Quintana que, en cada edición, enfrenta a dos personajes con un contencioso abierto. Ambos discuten ante un “implacable” juez que dicta sentencia.  Pero, en realidad, estas dos personas son actores (o algo parecido) que cobran 600 euros por su momento de gloria. Tampoco es espontáneo el desquiciado público de plató que da su opinión a gritos: está compuesto por figurantes con roles guionizados.

¡Ojo! Hacer creíbles esos inquietantes conflictos judiciales es difícil. Hay que tener un alto nivel actoral. Quizá, por eso, el demandante y demandado terminan sobreactuando demasiado. Y lo peor: los presentadores parecen tomárselo en serio. ¿No sería más televisivo plantar casos reales? O, ya que Telecinco reconoce que todo es mentira, ¿Sandra no debería vivirlo menos a la tremenda?

Falsear situaciones no tiene por qué ser malo en determinados espacios de entretenimiento. A veces es hasta fundamental, aunque hay formas y formas de hacerlo. Desde luego, tratar frívolamente temas escabrosos en nombre de la objetividad, la transparencia y el servicio público es un juego explosivo que puede pasar factura más tarde o más temprano.  Porque, aunque no lo parezca, el todo vale no siempre sirve en televisión.

Mostrar comentarios