OPINION

La mordacidad de Jordi González

Jordi-Gonzalez-television
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“Muchísimas gracias a los oyentes de Protagonistas y a Luis del Olmo por el premio que me han dado en Barcelona: muy emotivo.” Así agradecía ayer Jordi González el Premio Protagonistas de Comunicación 2011. Lo hacía en su Twitter, tras haber estado desaparecido de la red social durante casi quince días debido al linchamiento que está sufriendo por la entrevista que realizó a la madre del 'Cuco' en La Noria.

La colosal marcha de anunciantes del programa de La Fábrica de la Tele ha dejado gravemente herido al emblema del sábado noche de Telecinco y está poniendo en entredicho la profesionalidad de un comunicador que ha hecho prácticamente de todo en la pequeña pantalla y siempre con mucho sentido de la televisión. Por eso ayer, Luis del Olmo le echó un capote con este reconocimiento a una sólida trayectoria.

En los últimos cuatro años, el nombre de Jordi González y La Noria han ido unidos. El presentador con su temperamento, cargado de empatía con el espectador, ha logrado fusionar en un mismo espacio el corazón deluxe con el debate político. Una mezcla explosiva que casaba a la perfección con la experiencia de este comunicador todoterreno al que no se le resiste ningún contenido.

Aunque, eso sí, a Jordi González parece que siempre le ha entusiasmado montarse en aparatos. Antes de “subirse” a La Noria, en el 2000, fichó por TVE para “bajar” La escalera mecánica. Un programa que también despertó polémica: esta vez fue su elevado coste. Pocos recuerdan ya este formato precursor de La Noria: las entrevistas y los debates convivían en un decorado espectacular. No duró mucho, la audiencia dio la espalda al proyecto y la escalera motorizada fue devuelta a fábrica.

Con este currículum, y más de veinte variopintos espacios a sus espaldas (Moros y cristianos, Abierto al anochecer, Les 1000 i una, Vitamina N, TNT...), no podemos negar la obsesión del periodista por los nombres de programas  "tematizados”.

Y es que Jordi debutó en la tele “plantando” La Palmera (La 1, 1988-1991). Así se llamaba el show de tarde que le llevó a la popularidad gracias a su pasión, rapidez de reflejos, su toque de ingenuidad mordaz y, también, sus camisas hawaianas que vestía en aquella época.

En el último programa de La Palmera un mago fue haciendo desaparecer, uno a uno, a todos los colaboradores del magacín. Jordi fue el último en desintegrarse. Sólo sobrevivió La palmera. Allí se quedó la planta viendo los créditos del programa pasar. Fue el colofón para un espacio de éxito.

Pero aquel truco de magia para desaparecer al presentador no funcionó: la carismática personalidad de Jordi González sigue intacta en nuestra televisión dos décadas después. Y siempre con su irónico humor negro. Falta nos hace.

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