OPINION

'El Principe de Bel-Air' asciende a rey de las mañanas de Neox

EL PRINCIPE DE BEL AIR WILL SMITH
EL PRINCIPE DE BEL AIR WILL SMITH

Hay ficciones que parece que nunca han dejado de emitirse. Es el caso de El Príncipe de Bel-Air, la serie que nos descubrió, en 1990, a un joven rapero en bancarrota que apuntaba maneras como actor. Se llamaba Will Smith y daba vida un adolescente conflictivo, criado en un barrio marginal, que era enviado a la mansión de sus tíos multimillonarios para rehabilitarse (y, de paso, liarla con sus ocurrencias). Vamos, lo normal.

The Fresh Prince of Bel-Air fue emitida por la NBC, tuvo un total de seis temporadas (estuvo a punto de ser cancelada en la cuarta etapa, pero el movimiento de fans impulsó dos tandas de episodios más) y formó parte de las numerosas series que intentaban normalizar la raza negra en la televisión con comedia. Eran otros tiempos.

En España, empezó a emitirse por la catalana TV3 para, más tarde, pasar al mediodía de Antena 3, donde fue un rotundo éxito. Desde entonces, la programación de esta cadena de televisión ha cambiado mucho, aunque siempre guardado hueco en clase preferente para El Príncipe.

Ahora, las  peripecias de Will siguen vigentes en las mañanas de Neox, con la emisión de varios capítulos al día, que compiten frontalmente con reposiciones de otros grandes clásicos como Los problemas crecen o Primos Lejanos que emite Factoría de Ficción de Telecinco.

Y es que hay series con historias que no pasan de moda. Sin grandes derroches de puesta en escena, sólo hacía falta un ajustado decorado en un plató, pues todo el poderío lo ponían unos guiones ejecutados a la perfección por un grupo de actores en el punto exacto: El tío Phil (James Avery), la sensata tía Vivian (Janet Hubert-Whitten/Daphne Maxwell Reid, fue interpretada por dos actrices), el inolvidable mayordomo Geoffrey (Joseph Marcell), la prima pija Hillary (Karyn Parsons), la  pequeña cómplice Ashley (Tatyana Maria Aliy) y, por supuesto, Carlton (Alfonso Ribeiro, antes había sido bailarín de Michael Jackson en un anuncio de Pepsi), el hijo menor (y empollón) que, al escuchar la música, movía el esqueleto con una peculiaridad que aún hoy sigue provocando imitaciones de espontáneos en EE.UU. Quizá porque allí también han repetido hasta la saciedad este ficción.

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Pero, el gran triunfador de El Principe de Bel-Air fue su protagonista, Will Smith, que supo aprovechar el tirón mediático para impulsar su carrera como actor. Así, en esta serie, comenzó a sentar las bases de uno de sus mejores secretos: sus habilidades sociales. Incluso, en pleno furor de la telecomedia, Smith se vino a España para rodar unas promociones exclusivas para Antena 3 jugando al basket en uno de los platós de la cadena en San Sebastián de los Reyes: ya sabía la importancia de la promoción más cercana, algo que ha hecho a la perfección después con sus mastodónticos filmes. Una proximidad con el público espontánea pero, también, calculada.

Aunque, si por algo es recordado El Principe de Bel-Air es por su sintonía, que a modo de rap nos recordaba en cada capítulo la premisa de la historia. Era fresca, divertida, pegadiza, original y cada mañana, a partir de las 11 h., se puede bailar hasta tres veces en Neox. Era así (versión original):

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