OPINION

La televisión que nos deja la crisis: ¿buena?, ¿bonita?... ¡barata!

SALVAME TELECINCO
SALVAME TELECINCO

La crisis económica, y la prematura llegada de una sobredimensionada TDT a nuestro país, ha terminado con el modelo televisivo que conocíamos.

Si TVE se está planteando cancelar sus costosas series de éxito por el recorte presupuestario que está sufriendo, Telecinco también ha modificando su estrategia en producción de ficción para apuntarse al tijeretazo. "La fiesta se ha acabado", es la frase que se ha escuchado por los pasillos de Mediaset.

Ha llegado la hora de empezar a producir aún más barato, esto implicará un recorte del diez por ciento en el coste de los contenidos en una cadena donde las series ya no funcionan igual que antes. No es nada nuevo: en los últimos años, la programación de Telecinco se ha aligerado para dar paso a un canal que se sustenta en grandes magacines contenedores de larga duración del estilo de Sálvame (en la imagen)Con esta maniobra, se gasta mucho menos y se mantiene un rentable liderazgo de audiencias.

Hemos pasado de unas parrillas con programaciones eternas, a otras que sólo cuentan con tres programas principales en toda la jornada. Y es que la crisis económica afecta a la inversión publicitaria como motor fundamental de la industria audiovisual y, por lo tanto, se merma la capacidad de arriesgar de nuestras televisiones. A pesar de que en épocas de dificultades económicas, las cadenas suelen ganar audiencia y margen de negocio, ya que la población deja de gastar en otro tipo de entretenimiento más costoso.

Según estas previsiones, en los próximos años nos espera una televisión tematizada, que buscará retroalimentarse con contenidos propios y que no se atreverá a innovar en grandes formatos. Hay que apretarse el cinturón. Y ganarán peso programas de docu-realidad prefabricada, que huyen de las caras conexiones en directo, como Callejeros, Españoles por el mundo, ¿Quién quiere casarse con mi hijo? o Hermano Mayor. En estos espacios, el talento del equipo está por encima de su presupuesto.

Además, crecerán los infinitos magacines en plató (María Teresa Campos ya tiene cinco horas los sábados y los domingos ¡cinco horas!) y empiezan a quedarse fuera las retransmisiones deportivas con derechos desorbitados, que, encima, no fidelizan espectadores. Ahora, el secreto está en afinar al máximo el gran público potencial al que va dirigido el canal.

Pero la evolución de la televisión es imprevisible y, en plena vorágine de la crisis, Antena 3 está llevando la contraria a todos estos pronósticos agoreros. La cadena de Planeta se atreve con un amplio (y costoso) catálogo de ficción, cargado de estrellas mediáticas que no son precisamente baratas. También apuesta por programas de entretenimiento como Tu cara me suena o concursos con elevados premios, como Atrapa un millón o Ahora caigo, formatos que intentan recuperar el entretenimiento genuino de la edad de oro de la televisión. Y que tampoco podemos denominar low cost.

También Antena 3 ha adquirido los derechos de Fórmula 1, que La Sexta fue incapaz de amortizar. De esta forma, la cadena presidida por José Manuel Lara Bosch está consiguiendo crecer poco a poco en audiencia y ganar una imagen social fortalecida, sobre todo en las clases medias y altas. Pero, ¿a qué coste?, ¿compensará económicamente dentro de doce meses esta inversión de Antena 3 con el desplome actual de la facturación publicitaria?

LA TELEVISIÓN DEL DUOPOLIO

En sólo un año, España ha dejado de ser uno de los países europeos con una televisión más fragmentada. Aquel fantástico panorama que se nos vendió con una TDT que iba a traer una gran oferta de canales, operadores, puestos de trabajo e interminables opciones para los espectadores se ha desplomado.

Con el posible desmantelamento de las televisiones públicas, el poder de Telecinco y Antena 3 crece como nunca: ambas ya suman más del cincuenta por ciento de la audiencia y logran más del ochenta por ciento de la tarta publicitaria.

Sin una televisión pública fuerte que sea una alternativa de contenidos, este duopolio puede menguar las opciones de los espectadores, la industria audiovisual y, también, de los anunciantes. Pero el cambio televisivo se sigue jugando: la TDT empieza a estar caduca y  los nuevos soportes (televisión a la carta, móviles, tabletas, televisiones conectadas...) aumentan su consumo y pueden ser un buen refugio para la innovación. El futuro ya está aquí, dentro y fuera del televisor.

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