OPINION

¿Desaparecerá la mejor TVE de la última década?

TELEVISION ESPAÑOLA
TELEVISION ESPAÑOLA

Una televisión pública es el reflejo de la madurez de un país. Con Televisión Española hemos crecido pero, también, Televisión Española ha crecido con nosotros.

Su evolución, su avance en paralelo con la propia sociedad española, es la característica que ha posicionado al canal estatal entre las grandes televisiones públicas europeas.

Aunque este poderío de TVE no es algo nuevo. Desde finales de los años cincuenta, los profesionales de RTVE han sabido crear con un talento encomiable la televisión de nuestras vidas, la que nos marcó. No hacían falta grandes presupuestos, bastaba con un ingenio inagotable.

En ese espejo de la televisión pública, la ciudadanía empezó a sentir la libertad, a jugar a esquivar la censura, a sonrojarse con el destape y los rombos, a disfrutar del espectáculo, a mover el esqueleto con la edad de oro de la música. En definitiva, a emocionarse a fuerza de ilusión e imaginación desbordante y enriquecedora.

Televisión Española ha sido y es un retrato rotundo de la evolución vital del país. Es fácil ver reflejada la historia reciente de España en la pantalla de TVE.

Probablemente, la televisión pública de los últimos años no ha sido la más talentosa, ni la más creativa, ni la que más ha arriesgado en contenidos. No. Pero sí, hay reconocer que la cadena pública ha logrado hacerse con la credibilidad de los espectadores. Aunque algunos no lo crean, la audiencia es sabia y es difícil colarle gato por liebre. Y TVE se ha ganado con rotundidad la confianza de grandes sectores de la sociedad. Pero no de todos, porque, en nuestro país, aún no toda la población comparte el significado de pluralismo.

La objetividad no existe, ni existirá, pero sí grandes profesionales que desde TVE, contra viento y marea, han demostrado que se podía estar por encima de ideologías. Simplemente, posicionándose al lado de la curiosidad del periodista que busca responder preguntas.

Esa TVE es lo mejor que TVE  nos deja en esta última década. Una TVE que se modernizó, creyó en Internet y apostó por los nuevos lenguajes audiovisuales. Aunque la cadena pública sigue teniendo muchas asignaturas pendientes porque, sin publicidad, Televisión Española debería marcar más la diferencia con los operadores privados y ser una alternativa de contenidos de calidad que arriesga y promueve un servicio público que informe, forme y, por supuesto, no se olvide de entretener e ilusionar al espectador. Todo un valor añadido para estos tiempos que nos está tocando vivir.

Hoy, a través de un real decreto, el Gobierno de Mariano Rajoy ha suprimido la obligación de que el presidente de RTVE sea elegido por dos tercios de la Cortes. De esta forma, el PP no tendrá que negociar con el PSOE el nombre del próximo presidente de la corporación estatal.

La nueva cúpula tendrá mucho trabajo que hacer al frente de TVE, porque la audiencia no se va a conformar con una cadena que olvide la inteligencia de un espectador que, por suerte,  cada vez cuenta con más foros en los que alzar su voz ante lo injusto.

Porque Televisión Española, desde esos estudios de Prado del Rey que mandó construir Fraga Iribarne, debe continuar siendo gasolina fundamental de nuestra sociedad y de nuestro modo de acercarnos a lo que ocurre en el mundo. Esa es la importancia de una televisión pública que es intrínseca a nosotros mismos, que casi forma parte de nuestro ADN.

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