OPINION

Siete miedos de los trabajadores de Televisión Española

HISTORIAS PARA NO DORMIR TVE
HISTORIAS PARA NO DORMIR TVE

Ya sabemos el nombre del nuevo Presidente de RTVE, que ha elegido el PP con su mayoría absoluta. Se trata de Leopoldo González Echenique. A su lado, en el consejo de la corporación, también estará la periodista María Luisa Ciriza, el ex senador popular José Manuel Peñalosa Ruiz y, el histórico realizador de Televisión Española, Fernando Navarrete. Mientras, por parte de CIU, formará parte del equipo de administración el ingeniero industrial Óscar Pierre. De esta forma, el perfil tecnócrata de la mayoría de los nombramientos, mantiene en TVE una incertidumbre que se puede resumir en siete "miedos" de sus trabajadores:

Uno. Información oficiosa y no independiente.

El recuerdo de Alfredo Urdaci planea en RTVE. Durante años, había un sentimiento generalizado de que la cadena pública era el brazo articulado del gobierno de turno. Pero, en los últimos tiempos, los servicios informativos de Televisión Española se han ganado a pulso la credibilidad de la audiencia y están avalados por el reconocimiento nacional e internacional de prestigiosos galardones independientes.

De hecho, hoy martes 5 de junio, su director, Fran Llorente, recoge el Premio Javier Bueno que entrega la Asociación de la Prensa de Madrid: "por su trabajo al frente de los Servicios Informativos de TVE, que bajo su dirección han alcanzado un prestigio sin precedentes gracias a la neutralidad y la independencia que han mantenido en circunstancias especialmente difíciles. Para el jurado de los Premios de Periodismo APM, los informativos de TVE son un ejemplo de lo que debe ser una televisión pública".

Además, el próximo viernes, también Fran Llorente recibirá el Premio a la Libertad de Prensa de la Universidad de Málaga, a propuesta de la cátedra UNESCO de Comunicación.

Ahora, los profesionales del viejo ENTE no quieren rebobinar hacia una televisión de partido que les alejaría de un público fiel que no es tan fácil de manipular como antaño, porque ya tiene acceso a caudal informativo a través de nuevos soportes tecnológicos. 

Dos. Pérdida de producción propia.

Con el nuevo panorama económico, la paralización de producción de programas y cancelación de series puede reducir la oferta de TVE a  informativos y magacines tradicionales. Esta disminución de contenidos de calidad, unida a la dificultad de comprar derechos de cine o acontecimientos deportivos, puede obligar a la cúpula de RTVE a un adelgazamiento, sin precedentes, de la estructura de la empresa. Incluso ya se ha contemplado el cierre de cadenas y así, de paso, liberar espacio radioeléctrico de la Televisión Digital Terrestre, sin obligar a devolver canales a los operadores privados. Otro efecto colateral, que preocupa en TVE, es la externalización de servicios que se realizaban con personal de la casa a subcontratas, esta práctica ya se ha puesto en práctica en las últimas legislaturas del PSOE: con la controvertida adjudicación de prestaciones a empresas como Mediapro.

Tres. Efecto rebote.

Sin una televisión pública que invierte en series, la industria audiovisual queda afectada: TVE era un motor dinamizador e impulsor como factoría de contenidos. No sólo en la producción de series como Águila Roja o Gran Reserva, que tendrían cabida en canales privados. También en la financiación de documentales o de cine independiente y comprometido, función que, ya en los últimos años, ha estado olvidada por los responsables de la cadena pública a favor de producciones meramente comerciales como REC o Promoción Fantasma.

Cuatro. Desmantelamiento de instalaciones.

TVE cuenta con la red de platós más importante de España. Entre ellos, el inmenso L3 de Estudios Buñuel, el más grande del país y que se rehabilitó durante el mandato de Pilar Miró. En los últimos años, se ha especulado con la venta de alguno de estos complejos aunque, también, nos podríamos inspirar en las políticas de explotación de otras televisiones públicas europeas, como la BBC, que alquilan sus propios platós, algunos de ellos con valor histórico, a empresas privadas cuando estos están vacíos.

Cinco. Privatización de La 1

La Unión Europea protege la función de las televisiones públicas. Aunque el gobierno sí podría privatizar un canal de forma autónoma, como hizo en los años ochenta François Mitterrand con el canal decano, TF1. Aunque el caso francés no es extrapolable al modelo actual de TVE y, además, los operadores privados, Antena 3 y Mediaset, que ya lograron suprimir la publicidad de Televisión Española , no están dispuestos a ceder  ni un milímetro de su porción de  tarta publicitaria a otro operador. Y menos si se hace con la consolidada primera cadena, que aún cuenta con un valioso público fidelizado y un arsenal de series de éxito millonario.

Seis. Reducción de plantilla

RTVE es la empresa con mayor número de empleados que depende de la SEPI. La plantilla está compuesta por 6.400 trabajadores, a pesar de que en 2008 salieron 4000 empleados a través de prejubilaciones a mayores de 51 años, cambio que dejó a la cadena pública con una significativa brecha generacional. El nuevo presidente tendrá el cometido de organizar la plantilla actual para evitar duplicidades y minimizar gastos. ¿Habrá nuevos ajustes de plantilla?

Siete. Caso Telemadrid.

Telemadrid fue  una televisión que conectó con los madrileños. Y eso no era una tarea sencilla, porque en la capital de España toda la información está tan centralizada que parecía misión imposible lograr una cadena con identidad local. Pero, gracias a un equipo de profesionales con sentido de la televisión, esta autonómica consiguió ser la cadena de la gente de Madrid, sobre todo en las legislaturas de Alberto Ruiz Gallardón. Y es que Telemadrid era una televisión que estaba en la calle y los madrileños la sentían suya. Pero, con la llegada de Esperanza Aguirre a la Comunidad de Madrid, se incorporaron a los puestos directivos profesionales que no conocían el funcionamiento de los engranajes de la pequeña pantalla y desmontaron la afianzada programación de la emisora. Además, los informativos empezaron a teñirse de un color político exagerado. Rapidamente, la audiencia huyó del canal de forma masiva, los empleados empezaron a  sentirse desmotivados y la cadena dejó de ser rentable. En TVE, hay miedo a que se reproduzca esta fórmula.

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