OPINION

Belén Esteban, agonía televisiva

BELEN ESTEBAN AGONIA TELEVISIVA
BELEN ESTEBAN AGONIA TELEVISIVA

La ex de Jesulín sigue siendo infalible para levantar el share, pero ¿es víctima de su propio personaje? 

La vida de Belén Esteban ha sido la gallina de los huevos de oro de la televisión y las revistas del corazón. También este pasado viernes cuando la ex del torero pasó por Sálvame Deluxe para hablar del robo de su casa y terminó enfrentándose, de forma muy agresiva, con el resto del equipo del programa. Resultado: el espacio de Telecinco subió cuatro puntos de audiencia (2.413.000 y 17,7 por ciento de share) y dejó en mínimo a los intelectos Increíbles de Antena 3 (1.801.000 y 10 por ciento de share).

La historia vital de la ex de Jesulín de Ubrique ha resultado infalible durante casi dos décadas: la audiencia se sintió identificada con el relato de una chica de barrio que había sido abandonada a su suerte, con una niña en brazos, por un famoso torero. Su evolución personal y física, sus amoríos, su despecho, sus constantes separaciones y su incontrolable verborrea populista convirtieron a Belén en el alma del culebrón perfecto, capaz de tumbar cualquier programa de la competencia. De esta forma, Belén Esteban dejaba de ser persona para transformarse en un producto televisivo que estaba por encima de sí misma.

Belén ha vendido todo en televisión y en las revistas del cuore. Sus ingresos han sido desorbitados. Tanto ha llegado a facturar, que incluso ella misma se denominó artista. Y, lo peor, no lo dijo en broma: se lo había terminado creyendo.

Su trayectoria pegó un impulso cuando, tras años controlada por El programa de Ana Rosa, Belén Esteban fichó por Sálvame. En el popular espacio de Jorge Javier Vázquez, el fenómeno explotó a lo grande: no dudaron en hacerle creer 'copresentadora', y su ego engordó de forma descomunal, sintiéndose en gran medida responsable del éxito de audiencia de este espacio de Telecinco.

Sus salidas de tono eran perfectas para el show y la fórmula parecía no encontrar el desgaste. La gente no se cansaba de su “princesa”. Y el programa utilizaba “belenazos” constantes (es decir, supuestos escándalos alimentados por sus colaboradores durante días y días) para derribar a sus competidores directos. Los “belenazos” siempre eran sobre los mismos temas, claro: Jesulín, su hija, la Campanario, los padres de la Campanario, peleas con su marido Fran, infidelidades de Fran… Por no hablar del gran belenazo: la aparición de la Esteban con cara nueva tras su operación de cirugía estética. Fue récord histórico de audiencia.

De esta forma, hemos ido viendo muchos giros de guion en una trama que la audiencia ha esperado con ganas, pues esta historia tiene el plus de que es real. Y la Esteban se ha convertido en parte intrínseca de la sociedad española sin darnos cuenta.

Pero, probablemente, Belén Esteban no ha sabido asimilar la millonaria fama que le dio la pequeña pantalla. No estaba preparada. Se lo creyó y de la mano de la desmedida popularidad quizá vinieron otras cosas que cambiaron el perfil del personaje para siempre.

Hace unos meses, la colaboradora se tomó un tiempo de respiro, para realizar terapia lejos de los platós. Tras el parón, regresó a Telecinco con un aspecto físico más saludable. Aunque duró poco. En las últimas semanas. su índice de agresividad verbal se ha disparado hasta índices preocupantes. De hecho, su actitud de este viernes desprendía una toxicidad psicológica peligrosa. No era la Belén Esteban con la que empatizó la audiencia, no era la "princesa del pueblo" con la que conectó la gente, no era el producto catódico redondo con el que el público se identificó. Era una persona descontroladamente afectada que, posiblemente, necesitaba ayuda y no precisamente de un círculo hambriento del negocio del cotilleo televisivo. Y es que Belén Esteban se ha convertido en la víctima de su propio personaje.

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