OPINION

El problema del reality 'Campamento de Verano'

Campamento de verano Telecinco
Campamento de verano Telecinco

¿No habría sido más sencillo hacer un reality menos turbio, más sano y con un poco más de sentido de humor autocrítico?

En unas vacaciones estivales, con una programación vacía, hueca, sin apuestas, el Campamento de Verano de Telecinco se ha llevado el protagonismo televisivo. No ha sido muy complicado, pues los prime time de las cadenas no han contado con ningún formato potente de producción propia. De esta forma, el cásting de 'exploradores', que en su mayoría ya eran expertos en los bajos fondos de la pequeña pantalla, ha tenido vía libre.

Y es que el Campamento de Verano podría haber sido centro de atención con surrealistas aventuras e ingeniosas pruebas de convivencia en unas noches sin grandes competencias. Pero no: de este pseudoreality sólo se ha hablado en los medios y las redes sociales por la indignación que ha producido su contenido, que va a por todas en pos del conflicto más forzado, falso e histérico.  Y encima con un envoltorio cutre, una producción muy básica y una factura visual impropia para la cadena de primer nivel que lo emite. De hecho, el plató se ha improvisado sobre el decorado de Sálvame, lo cual resulta más evidente que otras veces porque ni se han ocultado algunos paneles del espacio de Jorge Javier Vázquez, y hasta los vídeos están mal editados en algunas ocasiones. En conjunto, Campamento ha venido a ponérselo muy fácil a los detractores de Telecinco, que ya viven en un prejuicio constante, muchas veces injusto, hacia el canal.

Ha sido ésta la gota de garrafón que ha desbordado el vaso de la paciencia de muchos espectadores y, de esta manera, ha corrido por la red social una petición de la plataforma Hazte Oír, que pide el boicot de los anunciantes hacia el programa porque "denigra y ataca a la mujer" (en referencia, principalmente, al desafortunado incidente del chocolate en el cuerpo de la concursante Noemí). Como sabemos, ya se han ido Burger King, McDonald´s o Mutua Madrileña. En cambio, se ha quedado Coca-Cola España. El presidente de la famosa compañía de la chispa de la vida, Marcos de Quinto, ha defendido en su Twitter que su empresa se anuncie en el reality de Telecinco, al considerar que no se puede permitir que nadie imponga su moralidad a otros y, además, ha recordado que siempre se puede cambiar de canal si algo no gusta.

No obstante, más allá de fugas, venidas, boicots a anunciantes u otros titulares grandilocuentes, lo que parece quedar claro es que este programa low cost, con famosos expertos en el conflicto de la tele-realidad y dispuestos a todo por mantenerse en la pequeña pantalla, tampoco ha alcanzado una grandísima repercusión social. Simplemente impactó el reclutamiento de Lucía Etxebarría. Nada más. El resto está siendo griterío, peleas prefabricadas entre concursantes sin escrúpulos, sin vergüenza.

Y ese, probablemente, es el síntoma principal del poco interés que ha despertado el espacio en la masa activa de consumidores de televisión: no se puede hacer un reality comodín, para rellenar varios horarios de máxima audiencia, sin un objetivo creativo, sin contar con un formato real y sólo pretendiendo que el show funcione gracias al mal rollo inducido que cae en el más fácil de los caminos, infravalorando la inteligencia del espectador.

¿No habría sido simplemente más sencillo hacer un reality menos turbio, más sano y con un poco más de sentido de humor para reírse de sí mismos? Puede que así Campamento de Verano hubiera alcanzado un mayor éxito competitivo y, probablemente, hasta una mayor rentabilidad, al enganchar a más gente que el espectador absolutamente fiel al canal. En cualquier caso, no habría empeorado aún más la malograda imagen social de Telecinco que, por momentos, parece disfrutar regodeándose en su propio fango.

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