OPINION

Cinco cosas que aprendí en el Festival de Televisión de Vitoria

FESTIVAL DE VITORIA
FESTIVAL DE VITORIA

Este sábado concluyó el V Festival de Televisión de Vitoria, el FesTVal. Se trata de un necesario e interesante punto de encuentro entre cadenas, profesionales, periodistas especializados y espectadores. Allí estuvimos. La televisión sale a la calle. Y los vitorianos reciben a los protagonistas de los programas y las series con pasión. Aunque esta edición del FesTVal, más allá del superficial glamour de la pequeña pantalla, nos ha dejado cinco conclusiones que deben ser objeto de reflexión para mejorar en próximas ediciones.

1. ESTRENOS SIN ESTRENO.

¿Alguien se imagina que en el Festival de San Sebastián se estrenara sólo un trozo de una película? Pues en el FesTVal pasa. De hecho, Mediaset estrenó su particular reinvención de Glee, Dreamland, a través de una especie de zapping de los mejores momentos de la ficción. Hubo alfombra naranja (que no es roja), bailes, show... Todos llegaron a la premiere en el teatro, pero el público y la prensa no pudo ver ni siquiera el episodio piloto completo. ¿Por qué no se atrevieron a mostrar un capítulo entero? Parece evidente: no están contentos con el resultado.

En cambio, Antena 3 lanzó dos grandes apuestas de ficción de la temporada: Galerías Velvet y El Tiempo entre costuras, sí proyectaron sus capítulos de estreno en el Teatro Principal. La crítica, la prensa y el público se rindió hacia estos dos productos, creando así un estado de opinión inmejorable para Atresmedia. Lo mismo sucedió con TVE, que mostró sus filones Isabel y Águila Roja.

2. SATURACIÓN DE INFORMACIÓN.

Las cadenas de televisión presentan algunas de sus grandes apuestas de la temporada. Y es una buena oportunidad para que los medios tengan acceso a los profesionales que realizan estos espacios. Sin embargo, hay tantas presentaciones que se hace complicado lograr entrevistas que no se queden sólo en la pregunta compartida en alto en la rueda de prensa. Es decir, la información que se consigue en el FesTVal corre el peligro de perder valor. En primer lugar, porque existe un aluvión de impactos promocionales. En segundo, porque para los medios es complicado conseguir contenidos exclusivos, y más sosegados, ante una agenda de eventos tan frenética como apretada.

3. BOTONES ROJOS.

El Festival de Vitoria debe ser punto de encuentro de profesionales. También como plataforma de estudio y análisis de nuestro sector. En ese sentido, la organización ha promovido diferentes talleres interesantes como, entre otros, la presentación del famoso botón rojo de TVE. Un sistema que permite acceder a las ventajas de la televisión a la carta a través del televisor y no sólo mediante ordenador. Pero quizá también deberían existir más conferencias prácticas sobre cómo funcionan los engranajes internos de las cadenas. No sólo quedarse en la convocatoria vende-motos de presentación de un nuevo producto.

4. LA APUESTA COMERCIAL, MANDA.

Las grandes inversiones de las cadenas se llevan el protagonismo del Festival de Vitoria. Es lógico. Eso sí, además, existe hueco para producciones más pequeñas. En esta ocasión, hubo espacio para Calle 13, Cosmo con I Love Tamara o, por supuesto, la autóctona ETB. No obstante, el festival para ser más sólido necesita avanzar hacia una radiografía mayor del sector audiovisual y no quedarse en esa injusta memoria que se olvida tan rápido de lo que no es un gran éxito de audiencias comerciales. De hecho, los premios entregados fueron demasiado previsibles. Luis Larrodera supo hacer una ceremonia de clausura poderosamente entretenida, sí, pero no hubo hueco para sorpresas: ya que prácticamente todos los galardones recayeron en formatos que ya habían logrado el premio de la audiencia. La Voz, MasterChef... ¿Los premios de un festival no deben reconocer también otros productos bien hechos y no quedarse en el recurrente compromiso del manoseado éxito del share?

5. LA GUERRA DE LAS CADENAS.

La  guerra de las cadenas se notó también dentro del FesTVal. Un festival de televisión debería estar por encima de la absurda batalla de las empresas del sector. Sin embargo, esta lucha afecta, sin escapatoria, al protocolo del evento y cobra un surrealista protagonismo latente, a pesar de que, en realidad, al público ni le va ni le viene. Y es que lo que sí ha demostrado el FesTVal es que puede ser un interesante punto de unión de la televisión, su industria y, sobre todo, sus ideas. 

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