OPINION

'La Voz', un aburrido regreso

LA VOZ 2013
LA VOZ 2013

La Voz regresó ayer. El fenómeno de la pasada temporada ha demostrado síntomas de desgaste en el estreno de la segunda etapa. No era una noche fácil contra dos éxitos como Isabel o La Cúpula.

Lejos queda su media de 5.169.000 espectadores y un 34 por ciento de cuota que cosechó en su primera edición. De hecho, anoche perdió por la mínima ante Isabel en La 1. La ficción de TVE alcanzó un 18.3 por ciento de share y 3.508.000 fieles, mientras que el talent show logró 23.3 por ciento de cuota y 3.438.000 espectadores. Asimismo, resistió La Cúpula de Antena 3 (16.6 por ciento y 3.247.000/19 por ciento y 3.131.000).

Si analizamos estos dos datos de audiencia, vemos que Isabel congrega más público y La Voz más share. Pero hay una diferencia entre ambos programas: La Voz se alargó hasta la madrugada en un horario sin competencia televisiva, lo que facilita que el share suba, por eso el análisis hay que observarlo sobre el número de espectadores.

Y eso que el programa arrancó con un acierto de planificación de actuaciones. La escaleta estaba milimetrada para enganchar a la audiencia. Como si fuera un guion de una serie, la primera aspirante nos contextualizó y presentó al nuevo coach, Antonio Orozco, que demuestra habilidad para forzar el juego televisivo pero que, sin embargo, no llega a la naturalidad real que desprendía el artista al que sustituye, Melendi. Al final, parece que el programa sí que ha perdido a una de sus grandes bazas.

Lo que, sin duda, sigue funcionando es la magia del botón. ¿Se girará Bisbal, Rosario, Malú o Antonio y darán luz verde a la ilusión del intérprete de turno? La mecánica del programa es adictiva, es magnética. Los comentarios se multiplican en casa, y en las redes sociales. Y es que la premisa del formato de Talpa es redonda. Aunque la versión española aún sigue siendo una hermana menor en comparación con otros países: en puesta en escena, en iluminación, en realización visual y, también, en esta primera gala se echó en falta un casting más sorprendente y menos repetitivo, con algún intérprete que asombrara al espectador a través de un talento inaudito de esos que dejan KO, como sucedió el año pasado con Maika. Ayer no pasó. Y esto es un problema, porque el formato anoche empezó a dar síntomas de desgaste. Fue una gala que no aportó sorpresas, fue aburrida.

Nos gusta la televisión, y para conseguir que los programas transmitan emoción no sólo hay que obsesionarse en las historias personales sensibleras del concursante de turno. La emoción en los talents show también se construye a través de otras aristas que son claves para no caer en lo repetitivo: como una selección musical (menos típica y más actual), unos creativos giros de guion (más allá del costumbrismo folclórico), una puesta en escena más envolvente (la luz blanca plana del plató no transmitía un espectáculo musical, parecía Sálvame) y un jurado que despierte empatías, buenas y malas. Y en esto último es donde La Voz sigue teniendo su punto fuerte: los coaches ante su dura decisión. Mostruos. Lo malo: sí que se va a echar en falta el carisma sin guion de Melendi, pero está muy ocupado cantando su cheque al 'portamor'.

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