OPINION

Lo mejor y lo peor de 'Top Chef': el regreso de Alberto Chicote

Alberto-Chicote TOPCHEF
Alberto-Chicote TOPCHEF

El formato de Antena 3 se ha estrenado líder con un 17,7 por ciento de share y 3.030.000 espectadores.

Tras la burbuja inmobiliaria, ha llegado otra especie de burbuja: la de los programas de chefs. Son casi una plaga. Hay para todos los gustos. Pesadilla en la cocina abrió la veda del éxito de los cocineros en el horario de máxima audiencia. Alberto Chicote triunfó y, al mismo tiempo, nos quitó el apetito mostrando las miserias de los restaurantes.

Poco tiempo después, MasterChef cocinó a fuego lento sus grandes audiencias  en La 1 de TVE. Había llegado el Operación Triunfo de chefs a la cadena pública. Pero hay más: Ana Duato degusta la diversa gastronomía española en un País para Comérselo e, incluso, el Canal Cocina está recorriendo con una caravana las diferentes provincias para poner a nuestros alcaldes a cocinar. No hay escapatoria. Estamos en pleno furor de los shows gastronómicos donde, muchas veces, lo de menos son las recetas. Sólo falta que a los directivos de nuestros canales se les ocurra realizar ¡Mira que chef baila!, Campamento de chefs o Tu chef me suena.

En esta línea culinaria, anoche, Antena 3 estrenó otro sabroso reality en prime time. Se llama Top Chef y recuerda en exceso a la dinámica de MasterChef. Hasta en el nombre. Aunque no es una copia, en realidad, se trata del formato original que lleva 11 temporadas de emisión en Estados Unidos, frente a las cuatro ediciones de MasterChef en territorio norteamericano.

No obstante, en España aterrizó antes el Master de La 1 con una fórmula más espectacular desde el plató más grande de TVE en los Estudios Buñuel. Así que la nueva apuesta de Antena 3 parece que no se podrá aún quitar la etiqueta de copia, como ya sucedió a PopStars (todo por un sueño) en plena resaca del fenómeno OT.

La principal diferencia entre ambos espacios está en que en Top Chef  participan cocineros profesionales que ya triunfan al mando de los fogones de importantes restaurantes, mientras que MasterChef juega con aficionados, lo que da un plus de emoción. Y es que gran parte del éxito de estos formatos estriba en que el espectador se sienta identificado con el concursante desde casa. También en ver cómo la pifian.

La campechana Erika, una Rosa de España en versión chef que no supo cocinar una 'pintada', o la dubitativa Bárbara, que se enredó con el tiempo, lo calculó mal y no concluyó perfecto el menú; fueron algunas de las revelaciones de un estreno que contó, a nivel televisivo, con los siguientes puntos fuertes y débiles:

LO MEJOR

1. Top Chef no tiene presentador. La historia se cuenta como un docureality. En cambio, MasterChef mantiene una estructura de programa más tradicional en un aparatoso decorado. Aquí el plató carece de importancia, priman los primeros planos de los personajes que componen un cásting bien orquestado.  Una selección de concursantes que, por otro lado, recuerda a determinados perfiles de MasterChef.  El malo de la película que dio vida José David en Antena 3 parece que lo será Miguel, Iván está cogiendo el testigo de niño resabiado que dejó Fabián y la maruja folclórica que encarnó Maribel ahora es Bárbara. Por no hablar que de nuevo hubo conflicto con las alcachofas y un rodaballo.  Hasta Arguiñano hizo un rodaballo hace unos días (aquí la receta). El rodaballo ya es el Antonio Resines, en forma de pez, de los programas de cocina.

2. Alberto Chicote es el alma del show y lo impulsa. Cuando aparece, es más fácil engancharse. Sabe que tiene que ser duro con los concursantes y soltar perlas para que el formato funcione. En sólo un año, el cocinero se ha convertido en un experto en manejar la televisión a través de su personalidad. Eso sí, su carisma se come a sus compañeros del jurado, Ángel León y Susi Díaz, poseedores de una estrella Michelín cada uno. En definitiva, Chicote marca la diferencia con su espontaneidad y franqueza hasta aniquilar comparaciones odiosas con programas de la competencia.

3. Si MasterChef fue criticado por forzar una excesiva angustia de los participantes en el primer programa, Top Chef ha aprendido de errores de su predecesor y ha sabido conjugar el mal rollo con la cercanía que humaniza a los protagonistas. No se han obsesionado con la tensión más de la cuenta. Además, después del espacio, Paula Vázquez conduce un debate para descubrir entresijos. Antena 3, de esta forma, pretende estirar el posible tirón del espacio a un late night que debe fortalecer en audiencias.  Si bien, esta idea falló en el estreno al quedarse en un pobre 9,8 por ciento de share. Quizá deberían incorporar público en próximas ediciones para dar más energía al directo.

LO PEOR

1. En busca de un ritmo que no existió, el programa se olvidó de presentar en condiciones el perfil de cada concursante. No lo hicieron, a pesar de ser formato que lo favorece, al ser menos grandilocuente y, por tanto, más íntimo que MasterChef.

2. El primer programa de Top Chef se centró en la última fase de casting en la que fueron expulsados los cocineros más patosos (y que dieron más juego). Eduardo, Enrike, Erika y Vicente no lograron los cuchillos que te permiten participar en el show. Las pruebas fueron más de lo mismo y estuvieron cargadas de tópicos como la manoseada frase "Sabes que te juegas mucho". Todo sea por el espectáculo y crear nervio en el espectador.

3. Al igual que en MasterChef, en Top Chef las recetas son lo de menos. Los suculentos (y minimalistas) platos te entran por la vista, pero es imposible aprender cómo se hace nada. Es más, al ser concursantes profesionales sus artimañas entre los pucheros son más sofisticadas. Por suerte, Chicote intenta remediarlo con su calculada dosis de mala leche. Aunque, por momentos, no sepamos si estamos viendo Pesadilla en la cocina o Top Chef.

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