OPINION

'El tiempo entre costuras' arrasa en su estreno en Antena 3

adriana igarte el tiempo entre costuras
adriana igarte el tiempo entre costuras

Las claves del éxito de la ficción basada en el libro de María Dueñas.

El tiempo entre costuras llegó y arrasó. Después de casi dos años de finalizar su rodaje, Antena 3 ha logrado crear un acontecimiento social con el estreno de su ficción basada en el libro homónimo de María Dueñas. Resultado: 25,5% de cuota de pantalla y 5.018.000 de espectadores, frente a Isabel (mínimo, 14.8% y 3.023.000) y La Voz (20.2% y 3.591.000). Un triunfo para cadena y productora, Boomerang, en una noche muy competitiva.

La serie gustó. Y mucho. Incluso a la mismísima autora de la novela. No obstante, en el primer episodio vimos una adaptación bastante fiel de la historia de Sira Quiroga en el best seller. De hecho, fue tan fidedigna, que el desarrollo de la trama fue lento en comparación con los habituales ritmos, obsesionados con la velocidad, que se acostumbran en nuestra pequeña pantalla actual.

Esta vez, la cadena no ha necesitado 'meter' prisa al arranque de la historia para evitar que el espectador toque el mando a distancia. Y es que, en El tiempo entre costuras, se ha primado crear un detallista clímax envolvente. De esta forma, dibujando con tranquilidad a los personajes, la producción emociona con más fuerza al público. Una meta que se ha alcanzado a través de cinco pilares del éxito:

- Realización. El tiempo entre costuras recupera la estética de las grandes series de nuestra televisión. La fotografía y la realización juegan a crear luminosas imágenes de postal. Sin miedo a los sutiles movimientos de cámara que hacen más atractivo el encuadre y que tanto escasean en nuestras series, debido a las prisas con las que se ruedan. No ha sido el caso de esta ficción, donde la historia literaria se convierte en una experiencia visual para el espectador.

- La puesta en escena. La serie se ha grabado en 100 localizaciones de España, Marruecos y Portugal. Entre protagonistas, secundarios y episódicos,  han trabajado 135 actores y más de 2.500 figurantes. 254 decorados se construyeron para adaptar los espacios naturales a la época. La gran inversión económica de la producción consigue un despliegue que se nota y que empatiza con la curiosidad del espectador.

- La ensoñación en otros tiempos. En estos años de aburrida crisis, este tipo de ficciones-vintage alcanzan una de las máximas de la televisión: hacernos imaginar. Las audiencias mayoritarias siempre agradecen poder fantasear con otras mágicas épocas, que no hemos vivido pero que muchos soñaron vivir, aunque sean reinventadas en cartón-piedra. El tiempo entre costuras en una buena válvula de escape hacia la evasión de la emoción que producen tiempos más ingenuos, en los que hasta conspiración parecía más romántica.

- La actriz. Presente en casi todas las secuencias, Adriana Ugarte (La Señora, Niños Robados) derrocha naturalidad frente a la cámara e, incluso, se come a su coprotagonista, Rubén Cortada que da vida, con una chirriante voz doblada, al magnético Ramiro. Ugarte interpreta a Sira Quiroga en su punto exacto: de personalidad y, también, de complicidad con la audiencia femenina que empatiza con los sentimientos de la protagonista.

- El amor... y el desamor. El tiempo entre costuras no es una ficción para todos los públicos. De hecho, sintoniza más con un público más femenino. Y esto no es malo. Al contrario, sólo se trata de una importante característica más de una sosegada historia, que logra enganchar gracias al equilibrio entre la aspiracional búsqueda de la felicidad a través del amor más romántico, que se frustra, con otro tipo de romanticismo: el de las turbias tramas de suspense, espías, soledad y supervivencia en el desasosiego.

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