OPINION

8 años del nacimiento de Cuatro, la cadena que quiso ser diferente

 “Hola, bienvenidos a Cuatro. Ya estamos aquí” fue el primer saludo de Iñaki Gabilondo. Él era la primera imagen de Cuatro, a las 20,44 horas del 7 de noviembre de 2005. Después, en el mismo plano secuencia, hablarían Raquel Sánchez Silva, que aún se mantiene como rostro de la emisora, y Boris Izaguirre. Los tres estaban sentados en una impoluta grada, rodeados del resto de presentadores, periodistas y actores de la nueva cadena, que sustituía en el mando a distancia a Canal Plus.

Fue un estreno, una puesta de largo, para la historia de la televisión de nuestro país. El mejor lanzamiento de una cadena en España. Estaba calculado al milímetro. Un canal con un target comercial potente para atraer a un jugoso público urbano, comprometido y algo gamberro.

La creatividad y visión de dos de sus primeros responsables, Fernando Jerez y Elena Sánchez, se notó en el recorrido para lograr distinguir a la nueva cadena del resto de frecuencias. Lo lograron por un toque atrevido en sus contenidos y por su imagen corporativa con estilo propio, notablemente diferenciada del resto de los canales en las autopromociones y en las cortinillas de vuelta de publicidad, que servían de versátiles impactos para recordar programas y horarios del canal a través de mensajes con un toque de ironía. El primogénito Cuatro hablaba al espectador a su misma altura, alcanzando una valiosa complicidad con su público.

Además, al ser un canal nuevo, y para que la gente se familiarizara con su estructura de programación, la cadena decidió no mover o cancelar ningún espacio hasta diciembre, fuera un éxito o un estrepitoso fracaso. De esta forma, se marcaban los pilares de la emisora novata. El primer formato en desaparecer fue Rompecorazones, un aburrido concurso. Basado en una idea de Máximo Pradera, estaba presentado por Deborah Ombres y se emitía en la sobremesa, pero no pudo con Jordi Hurtado.

MARCAR LA DIFERENCIA, HUYENDO DE LA DECISIÓN OBVIA

Cuatro asentó unas señas de identidad que, rápidamente, se convirtieron en unos valiosos atributos para la inversión publicitaria. Y es que Cuatro convocaba a la audiencia más atractiva para los anunciantes, gracias al mimado enfoque que transmitían sus programas y promociones.

Un potente target comercial que interesó a Mediaset para complementar el perfil de espectadores que estaba escapando de su televisión principal, Telecinco, debido a su viaje hacia un contenedor más adulto, especializado en la emoción más rosa.

Para determinados sectores sociales la identidad de marca se vio tambaleada tras la fusión, por absorción, con Telecinco. Algunas decisiones, y algunas mezclas repentinas de presentadores, desvanecieron ese espíritu de Cuatro, esa marca Cuatro que surgía siendo consciente de su época, intentando aportar sin querer emular viejas fórmulas televisivas desfasadas.

No obstante, el arranque fue tan redondo e impoluto que la cadena roja aún mantiene su sólido perfil comercial y conserva productos de éxito que ya estaban en los inicios, como Cuarto Milenio, Los Manolos, las series internacionales o la apuesta por los docushows. Además, ha incorporado formatos como Lo sabe, no lo sabe (ahora en las tardes), Natural Frank o Quién quiere casarse con mi hijo, que siguen cuajando con parte de la identidad iniciática de la emisora. Cuatro quizá ahora sueña menos, pero Cuatro sigue queriendo ser Cuatro.

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