OPINION

'El Objetivo' que cumplió Ana Pastor

EL OBJETIVO ANA PASTOR
EL OBJETIVO ANA PASTOR

Terminó la temporada de El Objetivo. Lo hizo, en su última edición, con un 9,2 por ciento de share. Un buen dato que cierra hasta enero el formato con el que Ana Pastor consumó todo un atrevimiento: importar el periodismo de datos a nuestra televisión cañí.

No era un reto fácil, pues la audiencia hasta ahora estaba más acostumbrada al aireado debate con colaboradores de marcada ideología o la audaz fórmula de Jordi Évole, influenciada por la poderosa personalidad del docushow.

Estos programas no son mejores ni peores, simplemente son complementarios. No obstante, Pastor, su equipo y la dirección de La Sexta osaron en ir un paso más allá y apostar por un espacio que "tenía las de perder", según la encorsetada clarividencia de los más tradicionales analistas televisivos.

Y los sabios catódicos se equivocaron, claro. Porque no sólo de entrevistas y debate vive la televisión. El Objetivo ha sido una alternativa interesante al resto de la programación, incluso dentro de La Sexta. Una nueva opción que ha ido creciendo con las semanas, mejorando su estructura, la duración sostenible de los contenidos a tratar por edición y la calidad de las infografías.

Un trabajo en equipo que, además, ha supuesto un avance para entender la importancia de la verificación objetiva de los hechos. Más aún en el panorama actual, donde es habitual que predomine el titular maquillado, que cala dentro de la caótica vorágine de información sin digerir.

En tiempos de obsesión por la viralidad, por tanto, el Fact Check es clave. Y El Objetivo ha servido para progresar en la transparencia. Sólo progresar, pues en el programa también se han colado los titulares maquillados que tan bien manejan algunos políticos, como sucede con las incontrolables tácticas de Esperanza Aguirre.

Aún queda mucho recorrido en el periodismo de datos, y aún El Objetivo necesita tiempo para tomar más y mejor el pulso a los datos. En España, Pastor no ha plantado 'pinochos' a los políticos que mienten como hacen los norteamericanos, pero sí ha contado con el arrojo de demostrar que se puede hacer periodismo de servicio público en un plató de una cadena privada. Porque el buen periodismo siempre es un servicio público, también en el prime time.

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