OPINION

La política de La Sexta para ganar audiencia... y rentabilidad

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La Sexta se ha convertido en la tercera televisión privada más vista. En noviembre, el canal verde se ha situado en el ranking de las audiencias por detrás de Telecinco y por delante de Cuatro. Lo ha conseguido gracias a una estrategia de programación a la que no le tambalea el pulso: sabe la importancia de la imagen del canal y la coherencia con sus contenidos.

Así, tras la fusión con Antena 3, La Sexta, lejos de verse manchada por su nueva cadena madre, ha potenciando una identidad de marca que ahora es más robusta que antes.

A diferencia de Cuatro, que con la llegada de Mediaset ha terminado convirtiéndose en una emisora dependiente de las necesidades de Telecinco para ganar el mes, La Sexta ha optado por una personalidad propia que no sólo se queda en eslóganes o imágenes de continuidad.

La identidad de La Sexta se traduce en una apuesta por formatos arriesgados, que en la actualidad es difícil que se aprueben en una cadena cuando se persigue la audiencia rápida. Incluso algunos de ellos son espacios que encajarían con la línea de televisión pública minoritaria. Sin embargo, con La Sexta congenian y, salvo excepciones, alcanzan buenos resultados no sólo en audiencia, también en el rédito de un modelo que persigue vender publicidad de calidad.

El Objetivo, El Intermedio, Al Rojo Vivo, Más Vale Tarde, El Club de la Comedia, Salvados o En el Aire son programas diferentes pero, en cambio, todos cuentan con una arista en común: promueven un diálogo sosegado e inteligente con el espectador. Un intercambio de tú a tú con un tipo de público que estaba huérfano de un tipo de televisión más alternativa.

De esta forma, da la sensación de que La Sexta ha cogido el testigo de Cuatro que, en la era actual, intenta buscar su esencia diferenciada de antaño pero sin el riesgo suficiente de huir de los cánones del éxito televisivo de manual. El perfil tróspido de la cadena roja es un valor añadido, aunque no suficientemente. Y, en las últimas semanas, se han programado especiales sobre sucesos que desprenden una aureola más de Telecinco que de Cuatro. Y eso puede sembrar un problema.

Y es que el negocio de la televisión, como cualquier otro producto en el mercado, se construye también con símbolos de imagen corporativa. Y ahí, después de años de dificultades e hipotecas en derechos deportivos, La Sexta ha dado con una política de contenidos donde han ido creciendo las horas de directos, pues fomentan la cercanía de contar las noticias de una forma muy complementaria a la de Antena 3, con una mirada particular, más desenfadada, que puede gustar más o menos, pero que funciona. Eso sí, no hablamos de ideología, pues el magnetismo de las ideologías en la pequeña pantalla se termina esfumando sin unos cimientos estables, hablamos de la televisión que pretende mirar más allá.

En ese sentido, La Sexta está abriendo, de momento, un camino como canal complementario y competitivo, a partes iguales, en el que casi todos sus géneros: informativos, programas, Chicotes, taquillazos... parecen conocer al target que quieren y necesitan. Ahora sólo deben encontrar más adeptos jóvenes y más formatos de entretenimiento que dinamicen una parrilla, donde el riesgo esté por encima de la televisión de los tópicos desfasados en la que han vivido los fracasos de los últimos años.

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