OPINION

5 errores que no debe cometer TVE en su candidatura a 'Eurovisión'

EL-SUEÑO-DE-MORFEO-EUROVISION-CANCION
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Ruth Lorenzo, Auryn, Roko, Pablo López, Roser, Manuel Carrasco, Chenoa… Las especulaciones sobre quién será el representante de TVE, y por ende de España, en el próximo Festival de Eurovisión no paran de crecer por los mentideros periodísticos y cibernéticos.

Aunque, además de la elección del artista, para triunfar en el eurofestival hay que repasar lecciones aprendidas y evitar reincidir en errores ya cometidos en años pasados. Aquí van 5 claves para el éxito que deberían tener en cuenta TVE y la discográfica de turno que gestione la candidatura española en esta edición:

UNO. No sólo de eurofans vive Eurovisión.

El representante debe contar con un apoyo explícito de una base de seguidores propios. Luego ya se sumarán los eurofans del concurso, que suelen cerrar filas con la candidatura española. Es un desacierto pensar que a cualquier artista le sirve Eurovisión como plataforma publicitaria. Este festival vale como impulso, pero no resucita grupos. Se termina volviendo en contra enviar a unos intérpretes que no encajan con un show de estas características sólo con la intención de relanzar su carrera.

DOS. El tabú del inglés.

La personalidad musical propia de cada país es decisiva en Eurovisión, pero para gustar al mayor número países esa propuesta debe ser entendible. Y aún no se nos comprende del todo... La negativa sistemática por parte de TVE de introducir el inglés resta repercusión a la propuesta española. No es un factor determinante, aunque sí importante. No en vano, en la actualidad, hasta en las radio fórmulas patrias proliferan cantantes españoles que usan el inglés… o el spanglish (Auryn, Abraham Mateo, Sweet California…).

TRES. El eco internacional.

El punto más débil de Televisión Española es que evita potenciar sinergias con otras cadena competidoras. TVE parece no congeniar demasiado con las demás televisiones, ni con la UER. Esto dificulta intercambios promocionales que son imprescindibles para generar 'points' en países que tradicionalmente nos rehuyen por el juego de afinidades que tan bien controlaba José Luis Uribarri. Ucrania consiguió ganar en 2004 por una gran estrategia publicitaria. Incluso las buenas posiciones que alcanzaron Rosa (2002), Beth (2003) o Ramón (2004) fueron fruto del eco de Operación Triunfo en el Canal Internacional, tanto en el colectivo inmigrante como en el de interés por el de habla hispana. ¡Alemania nos dio un 12!. Una artista como Ruth Lorenzo, que logró ser finalista del X Factor británico, arreglaría este punto de forma sustancial.

CUATRO. Más que una afinación.

El Sueño de Morfeo siempre fue un grupo de estudio, no de directo. Y, claro, lo sufrimos el año pasado. No obstante, para transmitir sobre el escenario de Eurovisión no se trata ya sólo con afinar. De hecho, la presencia escénica es trascendental. Eso sí, esta peculiaridad no surge de la noche al día. Por tanto, cualquier artista que esté acostumbrado a los lenguajes televisivos lleva mucha ventaja, más aún si el equipo artístico que la acompaña juega a su favor y no intenta imitar a otros. Hay que arriesgar en coreografía, puesta en escena y realización. Porque Eurovisión no es sólo un concurso musical, es un gran espectáculo televisivo. Y eso no se nos puede olvidar.

CINCO. Audiencia partícipe.

El estigma de los 45 años. A diferencia de Francia, Reino Unido, Alemania, Irlanda o los países nórdicos, España suma cuatro décadas con el síndrome del perdedor del Festival de Eurovisión. Un alto porcentaje de la población siente el evento como un punto de encuentro "friki" y "lleno de intereses entre vecinos". Aunque no les falte razón en cierta medida, si no enviamos una propuesta que genere consenso con el público es complicado recuperar una ilusión real generalizada por el eurofestival. En este sentido, sería una buena herramienta recuperar los procesos de selección abiertos a través de las plataformas online. Con este sistema, la audiencia se siente partícipe y, de esta forma, la televisión pública alimenta una valiosa percepción de cadena más cercana y abierta, una sensación social que ahora TVE necesita más nunca.

Al final, el espectáculo de Eurovisión sigue uniéndonos, año tras año, frente al televisor. Y el mejor triunfo será que cada uno de los espectadores sientan suyo al representante de TVE: un artista que no se parezca a nada, no cause indiferencia y, sobre todo, emocione y desprenda un torrente de ilusión por el propio Eurofestival antes, durante y después.

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