OPINION

¿'El tiempo entre costuras' marca un antes y un después en la ficción televisiva española?

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Llegó el día. Esta noche, concluye la única temporada de la ficción revelación de la temporada, El tiempo entre costuras. Y Antena 3 ha decidido crear un acontecimiento mediático para batir su propio récord de audiencia. Todos los programas del grupo Atresmedia se han volcado en promocionar esta serie centrada en el personaje de Adriana Ugarte.

Desde El Intermedio con Wyoming (en La Sexta) hasta Arguiñano, que ha realizado unas lentejas inspiradas en la época. Incluso Bart Simpson no para de escribir en la mítica pizarra de su clase el nombre y día de emisión del colofón de la serie.

No hay escapatoria. Antena 3 ha logrado construir un evento que será coronado con la proyección, por todo lo alto, del último episodio en el madrileño cine de Callao.

Punto y final para una producción de la compañía Boomerang (La Voz, TopChef, Los Misterios de Laura) que tardó mucho en emitirse, casi dos años, debido a su elevado coste de producción. El canal quería recuperar la inversión y buscó un repunte publicitario, en plena turbulencia de la crisis económica.

Pero, este retraso en su fecha de estreno, al final, terminó favoreciendo a El tiempo entre costuras, pues resultó ser el tiempo perfecto para cocinar socialmente el mensaje de que no era una serie cualquiera, de que era una ficción de máxima calidad. Los medios de comunicación y los propios espectadores se fueron contagiando de los atributos de este rodaje de época. El clima positivo caló. Y mucho.

LA ANTISERIE

Un éxito apoteósico que se ha mantenido hasta el desenlace y que ha roto con muchos tabúes de los actuales directivos de las cadenas a la hora de dar luz verde a nuevos proyectos: El tiempo entre Costuras podría parecer la antiserie para un prime time generalista, al desarrollar tramas lentas con un perfil de audiencia muy femenino. En cambio, ha conquistado audiencias estratosféricas.

De hecho, esta ficción no cuenta con casi ninguno de los resortes que obsesionan a los actuales responsables de las televisiones. En los últimos años, cualquier ficción que aspiraba a imponentes shares debía venir de fábrica con un abanico de personajes en los que se pudiera ver reflejada toda la familia: niños, jóvenes, padres, abuelos…

Sin embargo, El tiempo entre costuras nos ha recordado que lo más importante para triunfar es contar con una buena historia que enganche, que emocione y que te traslade a otros universos, sean del presente, pasado o futuro. Una historia que arriesgue, se salga del tópico manido y que tenga alma. Y eso es lo difícil que ha alcanzado El tiempo entre costuras, producto que ha visto como se alineaban los elementos para impulsar su inmensa acogida social, que se asienta en un personaje muy empático en el punto exacto del equilibrio entre el amor y el suspense.

¿Qué vendrá después de este éxito? El tiempo entre costuras ha recuperado la esencia de aquellas series basadas en grandes obras literarias. El paladar del espectador quiere más productos así. Lo malo será disimular la actual ausencia de mastodónticos presupuestos para rodar. Aunque siempre nos quedarán las ideas. Ahí está la clave del futuro de nuestra ficción, de la buena ficción.

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