OPINION

¿Es 'Dreamland' realmente una serie o solo una sucesión de videoclips?

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La nueva apuesta de Cuatro llega muy floja con un 4.6% de cuota de audiencia. Analizamos las claves del fracaso.

Han pasado casi tres años desde la primera vez que escuchamos hablar de la existencia de una serie llamada Dreamland School. En aquel momento se comentaba que se trataba de una serie para Telecinco, se hablaba de un casting multitudinario en una casa a lo Gran Hermano, se publicaban fotos de la cantante Anastasia haciendo un cameo en una secuencia...

Todo era misterio y ambigüedad con respecto a este proyecto comandado por el productor Frank Ariza, hasta el punto de que el asunto comenzó a adquirir visos de leyenda urbana. ¿Existía Dreamland School realmente? ¿Se estaba grabando de verdad o solo se estaba remontando mil veces el episodio piloto hasta que convenciera a Paolo Vasile?

A mediados de 2012, comenzaron a llegar las primeras informaciones oficiales por parte de Telecinco: se grabarían ocho episodios y el título quedaría reducido a Dreamland. Decía además Manuel Villanueva, director general de Contenidos de Mediaset España, que la serie supondría "una nueva manera de contar una historia", mezclando ficción con la vida real de sus propios protagonistas y sin tener guiones cerrados.

Pues bien, anoche, por fin y tras mostrar un avance en el pasado FesTVal de Vitoria, Dreamland se hizo realidad en el prime time de Cuatro con la emisión del primer capítulo. Y, visto el arranque, cuesta mucho llamarla "serie". Porque, resumiendo, Dreamland es más bien una sucesión de vídeo-clips horteras con insertos de intrascendentes secuencias dialogadas en medio.

¿De qué va Dreamland? Buena pregunta. Hay una academia de disciplinas artísticas con una directora que pretende ser Debbie Allen (¡la fama cuesta!) en aquella genial serie ochentera titulada Fama. Pero nada que ver... Porque en Dreamland importan muy poco sus personajes y sus tramas, y todo parece encaminado a que llegue el siguiente vídeo-clip.

En este primer episodio apenas ha habido presentación de personajes, solo situaciones inconexas y deslavazadas en medio del caos musical. Por no hablar de su erotismo cutre y gratuito o del despelote de sus actores y actrices...

La serie tiene buena factura visual (aunque cansa tanto humo y tanta ventana quemada) y, contra todo pronóstico, algunos de los actores jóvenes no actúan del todo mal (lo hacen mejor que los actores mayores), pero... ¿cómo pretende Dreamland enganchar a sus espectadores?

La música y el baile están muy bien como ingredientes, pero se olvida Frank Ariza de que necesitamos que nos desarrollen una historia con personajes con los que sentir identificación y empatía. Para que, sobre todo, nos importe un poco lo que les pasa. Y esto ha sido imposible en esta primera entrega, lastrada por su estructura anárquica y donde en absoluto se han sentado las bases de unas tramas prometedoras para el resto de temporada. Un detalle clave para el éxito duradero de un producto televisivo.

Para más inri, tras el capítulo, Cuatro emitió algo llamado Dreamland: Una historia real,  donde relataron el proceso de casting como si de un reality se tratara, con el productor Frank Ariza como 'ser omnipotente' y los actores encerrados en esa casa, contando sus traumas personales y el modo en que este forzado universo Dreamland ha cambiado sus vidas... Vamos, casi como una secta. Demasiado desconcertante todo.

Y ADEMÁS...

Series que existieron, pero que nadie recuerda (por suerte)

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