OPINION

'Sálvame', el programa que mató la información rosa en televisión

SALVAME DELUXE
SALVAME DELUXE

La historia de nuestra televisión ya tiene marcado en fosforito Sálvame. Puede gustar más o menos, pero el formato de Mediaset y La Fábrica de la Tele ha marcado una forma de hacer televisión: el éxito de las miserias ajenas retransmitidas, en vivo y en directo.

No era nada nuevo eso de emitir el conflicto de personajes famosos. Sin embargo, la revolución que ha consumado la marca Sálvame llegó al desplazar de la pequeña pantalla a los rostros que ocupan las páginas de las revistas del cuore más tradicionales. De esta forma, la vieja crónica rosa se ha ido minimizado en todos los magazines.

Sálvame ha puesto el foco en sus propios colaboradores, los grandes protagonistas de este espectáculo que logra entretener con su infinita factoría de ensamblar conflictos retroalimentados en cadena. Un show muy competitivo por su larga duración,  ajustada inversión y resultado de audiencia.

Telecinco, centralizando los contenidos en sus tertulianos/cobayas habituales, ha neutralizado a las sagas de famosos de siempre, que eran más costosos a la hora de sentar en un plató. Las entrevista de la exclusiva millonaria prácticamente ha desaparecido.

Las revistas del corazón se han quedado solas con un tipo de personales. Y el resto de las cadenas están también fuera de juego: la información rosa clásica ya no funciona.

Incluso los castings de los talents shows sufren los efectos colaterales de Sálvame. Un ejemplo, Marina Danko como concursante de Mira quién baila en La 1: los espectadores de la televisión de hoy no sabían quién era.

Aunque, también, esta contraindicación del universo Sálvame salpica a los propios realities de Telecinco. De hecho, la última edición de Supervivientes es complicada de seguir sin estudiar previamente un máster en hombres, mujeres, viceversa y otros personajes creados dentro de la cadena. 

Es la televisión que inventó Sálvame: la rentable tele-realidad con los propios rostros de su programa. Sólo se salva uno: el presentador, Jorge Javier Vázquez, que con su ironía siempre esquiva cualquier caída por el precipicio de los bajos fondos del retorcimiento televisivo.

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