OPINION

'Supervivientes' o la muerte del reality tal como lo conocíamos

ROSA BENITO AMADOR
ROSA BENITO AMADOR

Telecinco sigue siendo la reina de la tele-realidad. Actualmente, continúa explotando este tipo de espacios basados en los conflictos de la convivencia entre famosos o aspirantes a famosos. Pero la audiencia de estos formatos ya no brilla con la fuerza de antaño: existe un cierto desgaste lógico de la fórmula que logra alcanzar un interés específico del público más fiel de la cadena principal de Mediaset.

Una de las grandes claves del éxito de los realities era su estructura basada en reglas: parecían inamovibles. El aislamiento, las nominaciones, las expulsiones, las pruebas, los castigos... todo se regía por unas férreas normas que el espectador conocía y que aportaban la emoción necesaria al desarrollo de este espectáculo televisivo.

Pero esta máxima del género de la tele-realidad ha saltado por los aires estos últimos años. Precisamente esa audiencia más inestable y esa mayor dificultad para que el público se enganche de principio a fin, más aún cuando la falta de presupuesto obliga a contar con concursantes de saldo o muy desconocidos, es lo que provoca que Telecinco reinvente el formato semana a semana, intentando encontrar giros de impacto, golpes de efecto en los que lo de menos es el respeto a las reglas del programa.

Al final, incluso se diluye la línea divisoria entre los diferentes espacios de la cadena. Un reality puede convertirse por momentos en programa gemelo de Sálvame, Hay una cosa que te quiero decir o de Mujeres, hombres y viceversa. Es lo que esta pasando esta temporada con Supervivientes, que anoche vivió una gala en la que primaron los conflictos del corazón made in Telecinco con el reencuentro de Rosa Benito y su ex Amador Mohedano, más otro reencuentro de Tony Espina con su novia Oriana (que en teoría le ha sido infiel), más el reencuentro del chino Yon Li con su madre y su amigo, más el reencuentro virtual de Chiqui y su marido. Y es que lo que menos importa es la esencia original del reality de supervivencia, cuesta ya creerse que los concursantes estén pasando penurias propias del aislamiento en unas islas desiertas.

¿Dónde está la identidad de Supervivientes, lo que verdaderamente le diferenciaba de otros realities? Da igual que vayan a una isla, a un camping en la sierra, a la casa de Gran Hermano o al plató de Sálvame. Todo empieza a ser demasiado clónico.

A Telecinco sólo parece importarle potenciar los conflictos que seguirán nutriendo sus programas y sus polígrafos cuando el reality de turno acabe. Visto los resultados que obtienen, - anoche con los efectistas reencuentros hicieron récord con un excelente 26.6% y 3.325.000 de espectadores- pero lo cierto es que, al mismo tiempo, también se deforma la imprevisible gracia de este tipo de programas, convirtiéndolos en esclavos de momentos prefabricados y reduciéndolos a una parodia de lo que fueron.

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