OPINION

Diez series imprescindibles que hay que ver sí o sí antes de morir

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La caja tonta no es tan tonta. Lo demuestran las fructíferas ficciones que traspasan generaciones. Series norteamericanas, y también españolas, que marcan época y contagian emociones. Una experiencia colectiva genuina que hay que sentir antes de morir (o incluso antes de que se terminen las vacaciones, para qué esperar). Porque nunca será igual si te lo cuentan.

A DOS METROS BAJO TIERRA

Todos los capítulos arrancan con un epitafio. Todos, menos el último. Era difícil imaginar que una serie sobre un tanatorio iba a hablar de forma tan certera de la vida. Así, con mayúsculas. HBO fue la cadena que produjo las cinco temporadas de la mano de su creador, Alan Ball. Trece años después del final, sus conflictos y personajes siguen más que vigentes, y el cierre de su último episodio, esos últimos seis minutos, continúa siendo uno de los más magistrales y redondos de la historia de la televisión.

TWIN PEAKS

¿Quién mató a Laura Palmer? David Lynch y Mark Frost cambiaron la forma de entender las ficciones en televisión con esta serie que narra las vicisitudes del investigador del FBI Dale Cooper (Kyle MacLachlan), que es trasladado a un peculiar pueblo llamado Twin Peaks para investigar el terrible asesinato de Laura Palmer. Y el resultado creó escuela. Su sintonía, su textura en la imagen, sus diálogos, su habitación roja, su ritmo... Todo en Twin Peaks tiene una personalidad diferente. La historia manda por encima de las trampas de la televisión convencional y previsible. Un viaje imprescindible y fascinante que demuestra que la audiencia no siempre busca lo fácil. De ahí el gran éxito de la primera temporada. Eso sí, la segunda decayó porque degeneró en algo demasiado borroso y enrevesado.

ANILLOS DE ORO

Para entender nuestra mejor Televisión Española y la historia de nuestro país y de paso derribar prejuicios sobre la ficción patria, Anillos de Oro es clave. Pedro Masó realizó una valiente radiografía de una sociedad a través de una historia romántica pero con mucho trasfondo social. Escrita por Ana Diosdado, mostraba las evolución vital de Lola (interpretada por la propia Diosdado) y Ramón (Imanol Arias), dos abogados que acababan de montar un despacho especializado en separaciones y divorcios. Las tramas desarrollaron, con calidad cinematográfica, la apasionante relación entre ambos letrados, salpicada por las variopintas historias de los más de 200 personajes que acudieron al bufete Episodios de los que es difícil olvidar su emotiva sintonía compuesta por Antón García Abril y que son valiosa documentación para entender los quebraderos de cabeza de la España de hoy.

FRIENDS

Si hay una sitcom por antonomasia, se llama Friends. Sus brillantes diálogos, sus giros impredecibles y, sobre todo, sus tramas siempre en el punto exacto de comicidad han marcado época. Ni sus propios creadores, Marta Kauffman y David Crane, han sabido repetir la fórmula. Y es que, a pesar de sus diez temporadas en antena, esta ficción nunca dejó de sorprender y hasta el final mantuvo la emoción en alto, mezclando enternecedores sentimientos y delirante comedia con una perfección irrepetible. Pocas veces, en sólo 20 minutos de televisión, se han sucedido tantas situaciones inolvidables. Friends cambió para siempre la vida de Jennifer Aniston, Courteney Cox, Lisa Kudrow, Matt LeBlanc, Matthew Perry y David Schwimmer pero también lo de nosotros mismos. Hay un antes y un después en la forma de realizar la telecomedia en la pequeña pantalla tras Friends. Todos quieren parecerse a ellos sin ser ellos.

SE HA ESCRITO UN CRIMEN

La televisión reencarnó a Agatha Christie en Jessica Fletcher. Y Angela Lansbury convirtió a una excéntrica escritora de novela policiaca en el personaje más querible para el espectador. Una década en antena estuvo Se ha escrito un crimen, sabiendo dibujar unas tramas genuinas y con mucho gancho que siguen influyendo en los truculentos sucesos que abarcan las ficciones de 2014. La mejor serie para jugar en familia a adivinar el asesino. Incluso treinta años después de ser rodado el crimen.

BREAKING BAD

Stephen King la calificó como la mejor serie de televisión de la historia. El triunfo del antihéroe como actor protagonista: Walter White el profesor de química normal y corriente que termina convertido en narcotraficante. De un negocio en caravana a una producción industrial. La serie muestra su descenso a los infiernos en cinco temporadas, siempre entre intensos conflictos morales. La crítica se deshizo en elogios, le llovieron los premios y su final, emitido el año pasado, satisfizo a casi todos.

LAS CHICAS DE ORO

Las chicas de oro enganchó, entre 1985 y 1992, al público con unos ingredientes que despertarían fobia a muchos de los jefazos de las televisiones de hoy: ¡una serie sobre señoras mayores! Porque esta serie parecía destinada a un target demasiado adulto y poco atractivo para los anunciantes. Pero, a veces, los buenos productos de ficción rompen los prejuicios comerciales y arrasan con todas las barreras a la hora de lograr una complicidad masiva. Y eso consiguieron estas chicas de oro, demostrando que hay mucha vida más allá de la jubilación. Una escuela ácida y autocrítica en la que aprender de la experiencia más auténtica.

THE WIRE

Pasó desapercibida para las televisiones españolas, que no se dieron cuenta de que estaban ante una serie de culto, detalle que suele importar bien poco a nuestras cadenas (aquí solo la emitió TNT). The Wire es una inmersión directa en el realismo de las calles de Baltimore donde se nota en cada minuto el sello de su autor David Simon, un periodista experto en el trabajo de la policía de esa ciudad. Y ahí está el fuerte de la producción: une con astucia dos universos, el del periodismo y el de la policía, abriendo al espectador los ojos de una realidad muchas veces desconocida. De hecho, muchas de sus tramas se basan en historias reales e incluso algunos actores secundarios se interpretan a sí mismos. Ha sido elegida como la mejor serie de televisión de la historia por medios como TIME, The New York Times o The Guardian. Palabras mayores.

AQUÍ NO HAY QUIEN VIVA

Pocos creían en Aquí no hay quien viva. De hecho, fue estrenada como un producto menor y sin prácticamente promoción. Pero, contra pronóstico, cada semana multiplicaba en tiempo récord los espectadores hasta convertirse en una de las series más seguidas de la historia de la televisión privada en España, sólo por detrás de Médico de Familia o Farmacia de Guardia. El episodio más visto, ´Érase un famoso´, congregó frente al televisor al 43,5 por ciento de la audiencia (8 300 000 televidentes). Alberto Caballero e Iñaqui Ariztimuño fueron los creadores de esta idea que consiguió crear en la tele un cómic sustentado en las aventuras de una comunidad de vecinos y sus reuniones de escalera. Lo hizo a través de los delirios de unas tramas corales que eran adictivas por hilarantes, frenéticas e histriónicas aunque, al mismo tiempo, muy reconocibles para los habitantes de los vecindarios de la España nuestra. La mítica 13, Rue del Percebe hecha televisión, vamos. Sin nos quitamos prejuicios, Aquí no hay quien viva supo captar la esencia de la mezquindad nacional y llevarla a la comedia más popular con mucha brillantez y un reparto sensacional de actores. Eso es así, tanto que su espíritu sigue más que vivo en sus exitosas reposiciones en Neox y en otro triunfo actual de sus mismos creadores, La que se avecina. Un fenómeno autóctono que no hay que obviar.

CREMATORIO

Crematorio fue la primera serie de producción propia de Canal+ España. Un loable intento de traer a nuestro país las ficciones de pago al estilo del canal norteamericano HBO. Más calidad para una inmensa minoría. Y así fue. El proyecto resultó un éxito de crítica, no tanto de grandes audiencias. Escrita y dirigida y escrita por Jorge Sánchez-Cabezudo, esta producción muestra una demoledora visión de la corrupción que habita en la costa alicantina con una factura visual apabullante y un magnífico Pepe Sancho liderando el elenco. Canal Plus cogió el testigo, de esta forma, de las grandes series de TVE en los ochenta, que hacían una transparente radiografía de su tiempo. La calidad televisiva en la que la historia mandaba por encima del miedo del empresario televisivo ansioso del éxito tan prefabricado como efímero. Ojalá se produzcan aquí más series como Crematorio. Y que las veamos antes de morir.

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