OPINION

5 tópicos de las series españolas que derrumba 'Refugiados', la nueva ficción de La Sexta

refugiados la sexta
refugiados la sexta

¿Qué pasaría si 3000 millones de personas del futuro viajaran al presente con un objetivo desconocido? Así arranca Refugiados, la serie con la que La Sexta emprende su regreso a la ficción. No lo hace por el camino fácil. La cadena verde de Atresmedia ha logrado un acuerdo con la BBC para coproducir esta historia original de la productora española Bambú, compañía que da un enorme paso adelante de cara a derrumbar tópicos sobre cómo deben ser las series de televisión en España. Estos son los mimbres de Refugiados, una serie concebida para venderse al exterior y que hemos podido ver, en primicia, en el Festival de Televisión de Vitoria.

Uno. La oscuridad es mala.

La fotografía oscura. O arrancar un capítulo con un plano nocturno. Estos son algunos miedos habituales de los directivos de nuestra pequeña pantalla. Huyen de la oscuridad. Razón no les falta: normalmente, las tinieblas bajan el share a un primer golpe de vista. Más aún en una época en la que la audiencia vive hipnotizada en un día a día cargado de atontadores impactos visuales.

Sin embargo, Refugiados empieza de noche. Y no pasa nada, porque ese detalle (y lo que sucede en ese instante) te produce el primer suspiro y es el primer paso para sumergir al espectador en la historia. Porque Refugiados busca crear un clímax global. La fotografía está al servicio de la historia, guiando la emoción inconsciente que vive el espectador durante el visionado. Lo normal. Pero en España ha habido unos años en los que las dramedias (series con drama y comedia) se han obsesionado con con la luminosa luz plana de supermercado. Refugiados es otra cosa, la luminosidad (o no) simplemente es coherente con el tono con la trama. Como debe ser.

Dos. Los actores tienen que ser caras famosas... y guapas.

Uno de los grandes valores añadidos de Refugiados son las interpretaciones. Natalia Tena (Juego de tronos) como Emma, David Leon (RocknRolla) como Álex y Will Keen (The Wire) como Samuel son los protagonistas. El requisito fundamental era que los intérpretes contaran con un control nativo del inglés, ya que la serie está rodada en este idioma para poder exportar mejor el producto, pues los mercados internacionales no aceptan igual de bien la ficción doblada. Así que, curiosamente, será aquí, en el país de origen de la producción, donde tendremos que escuchar a los actores con otras voces superpuestas, lo que puede producir en la audiencia la sensación de que no se trata de una serie española. Pero lo es, aunque no tenga como cebo las habituales caras populares entre el público masivo. No están Paula Echevarría, ni Hugo Silva, ni Miguel Ángel Silvestre.

En cambio, nos descubre actores, perfectos para sus personajes, más allá de si son celebrities o no. El espectador no los asociará con casi nada anterior y, por tanto, se los creerá más. Asimismo, los figurantes también son realistas. Por ejemplo, en el momento en el que los Refugiados llegan del futuro, lo hacen desnudos, llenando las calles. Pero no son cuerpos Danone para subir los calores en la audiencia. Son personas normales, unas más guapas, la mayoría más feas. Y todos llevan una luz roja en el pecho, como un desconcertante microchip (¿un homenaje a ET?). Dentro de lo remoto de la premisa, te la crees más fácilmente, porque la historia manda por encima de la trucos televisivos que buscan la habitual belleza peripuesta que entra por los ojos para subir el share. Refugiados confía en el poder de la historia por si sola. No hay efectos especiales, sí calidad de los actores.

Tres. Ritmo por encima de todo.

Refugiados no confunde ritmo con velocidad. Los directivos televisivos están obsesionados con que, muchas veces, todo en televisión pase rápido. Olvidan que para contar una buena historia, también es importante crear la progresión idónea y, así, en muchas series españolas y sobre todo en episodios piloto, nos topamos con montajes frenéticos que rozan lo atropellado y provocan que la trama se presente de manera abrupta y desconcertante (un caso claro de esto fue el primer capítulo de Luna, el misterio de Calenda).

Refugiados peca de lo contrario: se deja llevar por la cadencia que pide la historia. La casa, la cabaña, el pueblo, la carretera, el bosque, la familia, el refugiado... Todo nos lo presentan sin prisas, dejando el poso necesario. De esta forma, se amplifica lo que quiere contar esta serie de ciencia ficción realista, donde al final lo más importante son los primeros planos, planos detalle o planos secuencias que no necesitan grandes artificios ni ruidos al alrededor. De hecho, hay momentos de silencios muy interesantes a nivel dramático para conquistar al público. Los primeros planos son suficientes para mostrar una perturbadora realidad en la que no sabes de qué parte ponerte.

Cuatro. Mejor decorados de cartón-piedra.

Refugiados ni tiene plató ni cuenta de momento con un bar, con esa barra de mármol de mentirijilla, en el que se reúnan todos los personajes. La serie está rodada en exteriores reales. Una casa rural en Rascafría, en plena sierra Madrileña, es el centro neurálgico de una producción que convierte en virtud su ajustado presupuesto para grabar en lugares más controlables, con pocos personajes protagonistas, pero con el espectacular decorado de la realidad. Y la verdad que aporta este factor es impagable.

Cinco. El target debe ser un público lo más masivo posible.

En España no existen audiencias segmentadas porque el mercado publicitario no está segmentado. Por tanto, para lograr la rentabilidad de las producciones, las cadenas intentan ir a por públicos lo más masivos posibles. No es el caso de Refugiados, que sabe que va dirigido a un sector de la audiencia que casa con la personalidad de La Sexta.

La producción, que pretende ser un hito de prestigio, es un genial impulso para la imagen de la cadena verde. Y eso es también es un valor añadido para la emisora, porque el canal se convierte en un sello más fuerte como generador de contenidos comprometidos con su perfil de público. Pero Refugiados no es sólo una inversión estratégica para una empresa, también es un paso adelante en la industria española para abrir nuevas vías: como factoría de contenidos que miran el mercado exterior y apuesta por la ideas que se salen del molde de la conservadora última década televisiva.

Refugiados es una serie española que bien podría estar firmada por HBO, ITV, Showtime o FX. Como pasaba antes, porque antes y después España ha demostrado que es una gran factoría de ficción. Y esta serie de Atresmedia y Bambú muchos espectadores la podrán descargar en la red creyendo que es norteamericana. Pero no, es de aquí.

Lo que hemos visto en Vitoria demuestra que se puede hacer tele diferente, ambiciosa en concepto e ideas más que en presupuestos. Ahora falta saber si el público la respaldará... y si los guionistas sabrán cerrar la fascinante trama que presentan. El primer capítulo es modélico a la hora de dibujar la esencia de los personajes sigilosamente, conduciéndote de forma hipnótica hacia unos últimos segundos que ya te atrapan irreversiblemente. Si llegas al final, ansiarás ver el segundo episodio. No hay escapatoria. Y de eso se trata.

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