OPINION

'Friends': las nueve razones por las que amamos tanto esta inolvidable serie

FRIENDS 20 ANIVERSARIO
FRIENDS 20 ANIVERSARIO

22 de septiembre de 1994. Tal día como hoy la NBC estrenaba Friends. Lo que parecía una telecomedia más se transformó rápidamente en un punto de inflexión en la televisión. Nacía una ficción que tenía todos los mágicos ingredientes para su éxito, y ni sus creadores lo sabían: un casting de seis actores con una personalidad apabullante, unos personajes con perfiles muy universales e imperfecciones perfectamente definidas y unas tramas con las que era fácil conectar e identificarse, al mismo tiempo que te permitían soñar con una vida cargada de aventuras en la ciudad más icónica, Nueva York.

Y, claro, Ross Geller, Rachel Green, Monica Geller, Chandler Bing, Phoebe Buffay y Joey Tribbiani marcaron generaciones. A nivel mundial. De hecho, se cuenta que los actores aún facturan alrededor de 30 millones de dólares, al año y cada uno, sólo en los derechos de imagen que les reportan las múltiples reposiciones de la serie a lo largo y ancho del planeta.

Una sitcom que envejece a la perfección y que ejemplifica el llamado 'efecto karaoke': da igual cuantas veces veas el capitulo y que te sepas las tramas de memoria. Quieres repetir la experiencia, una y otra vez. El humor no caduca, los giros impredecibles tampoco. Todo sigue siendo igual de disfrutable, divertido y emocionante. Porque Friends nos conquistó por cientos de razones de las que nueve son claves para entender por qué todos nos sentimos tan partícipes de la vida de sus protagonistas.

1. Como nosotros mismos.

Ross Geller, el empollón con pasado de perdedor, Rachel Green, la pija que abandona a su novio en el altar para irse a vivir con su mejor amiga, Monica Geller la controladora enfermiza de la limpieza, Chandler Bing, el niño raro que parece gay pero no lo es, Phoebe Buffay, la sensatez de la excéntrica que habita en un mundo paralelo, y Joey Tribbiani el actor frustrado que no puede dejar de comer y gorronear patatas fritas. Los seis en esa edad en torno a la treintena en la que resulta tan fácil sentirnos perdidos en busca de la felicidad. Así que todos, como espectadores, podíamos escoger a nuestro favorito, todos podíamos reconocernos incluso en alguno de ellos a través de las cientos de vicisitudes que les hemos visto experimentar, en sus fortalezas y debilidades y en el arco de vida que recorren durante las diez temporadas.

2. Tomarse un descanso.

Todos los grandes temas (la amistad, el amor, el desamor, la fidelidad, las relaciones de pareja, la maternidad...) que más nos preocupan como seres humanos inundaban Friends, que supo otorgar a la comedia de un fondo emocional que hacía vibrar al espectador cuando menos se lo esperaba, poniéndole la piel de gallina tras haberle hecho reír a carcajada. También era ejemplar su mezcla entre las tramas episódicas y las tramas en continuidad que desembocaban en finales de temporada que siempre nos dejaban en vilo hasta la llegada de los nuevos capítulos (¡"yo, te quiero a ti, Rachel"!).

3. La sociedad de consumo.

Los envolventes sofás de Joey y Chandler, el horrible caballo blanco que odiaba Monica, la limpieza bucal fluorescente de Ross, las perturbadoras obras de arte de Phoebe, el pintalabios para hombres que anunciaba Joey... Los protagonistas de Friends terminaban almacenando esas delirantes cosas que acumula cualquier mortal. Lo hacían en sus acogedores apartamentos de ensueño con vistas a un vecino exhibicionista convertido en gag recurrente. Y con la visita de palomas peligrosas...

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4. La resaca de los ochenta.

¿Mónica gorda? Friends sabía tirar siempre de ese pasado adolescente que todos intentamos olvidar pero siempre acaba saliendo a la luz. Y lo utilizaba con maestría para despertar la carcajada más cómplice del espectador. Míticos son sus flashbacks y también aquellos capítulos en los que el pasado resucitaba, como el de Acción de Gracias con Brad Pitt y el "Club Odio a Rachel Green".

5. La sencillez complicada.

Friends sólo duraba 22 minutos. Y pocas veces 22 minutos han dado tanto de sí en televisión. Hacían que pareciera fácil pero para nada lo era. La serie no perdía el tiempo, con estructuras dispares pero siempre precisas, a veces alternando varias tramas paralelas o una sola que implicaba a todos los protagonistas. Nunca falló nadie: los seis actores aparecen en cada uno de los 236 episodios que conforman la serie. Y la audiencia no podía escapar. De una Phoebe dando el salto a la carrera discográfica con su tema Smelly Cat -cantado por otra- a unos Mónica y Chendler ocultando su romance a lo largo de un montón de capítulos brillantes (¡"no saben que sabemos que saben que lo sabemos"!).

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6. Comprometidos con los problemas de su tiempo, sin caer en los estereotipos facilones.

Las relaciones homosexuales, nuevas formas de procreación, las minorías... La serie jamás se quedó en el prejuicio. Al contrario, Friends abordó realidades sociales a través de personajes cómicos que sumaban y favorecían una sociedad más constructiva y abierta. Sólo hubo un tabú: el 11S. Las torres gemelas desaparecieron del skyline de la serie sin que jamás los personajes mencionaran nada al respecto.

7. La ciudad que todos conocemos aunque no hayamos estado nunca, Nueva York.

Y es que la gran manzana fue la otra gran protagonista de Friends. De hecho, los últimos segundos del episodio final fueron dedicados a un surtido de imágenes de la ciudad, que fue el séptimo personaje, aunque la serie se grababa en Los Ángeles, al otro lado de Estados Unidos.

8. El sofá del Central Perk siempre libre para los protas.

En todos los capítulos, menos en uno, siempre estaba libre para ellos ese sofá que hoy sería la decoración perfecta para cualquier hipster. Con sus tazas grandes de café y el camarero Gunter al fondo. Por no hablar de ese miniescenario junto al ventanal en el que Phoebe espachurraba su guitarra y cantaba sus grandes éxitos como Mis pegajosos zapatos o su villancico navideño.

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9. La cabecera, la mirilla de la puerta... los detalles.

Antes de que las cabeceras comenzaran a desaparecer de las series, Friends logró una de las intros más emblemáticas de la historia de la ficción, con esa canción convertida en himno de la amistad, I'll be there for you. Y tantos y tantos detalles, desde sus primeros minutos (esa Rachel entrando en Central Perk con su vestido de novia) al último plano con ese marco alrededor de la mirilla del apartamento violeta de Mónica.

Porque Friends era una serie que jugaba con los detalles: los encuadres, la comunicación no verbal, la reacción de los espectadores que veían el show en directo... Todo estaba en su sitio, todo fluía con pasmosa brillantez, como ocurre en esas ficciones tocadas con la varita de la eternidad. ¿O no tenéis la sensación de que dentro de otros diez años seguiremos viendo y hablando de Friends?

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