OPINION

El declive de TVE: cuando la política no entiende la verdadera esencia de una televisión pública

TVE television publica
TVE television publica

Hubo un tiempo en que la programación de Televisión Española marcaba el ritmo de nuestra pequeña pantalla. TVE iba por delante en contenidos e, incluso, siempre dispuesta a arriesgar allí donde las cadenas privadas no llegaban. Pero esto ha dejado de suceder. Las apuestas de producción propia de la cadena denotan un desconocimiento de lo que significa la televisión de hoy. De T con T a La Mañana de Mariló Montero. Sólo se salvan grandes series que La 1 arrastra de anteriores etapas, como Isabel, Águila Roja o Cuéntame, y otros espacios escondidos en la parrilla, que son relegados a horas imposibles o directamente pasan desapercibidos en el mando a distancia por una pobre promoción.

TVE ha dejado de ser un referente. Y la debacle ha comenzado por sus informativos, pilar de la emisora, que han evidenciado, sin disimulo, su pérdida de independencia, su retroceso en lenguajes audiovisuales y, al mismo tiempo, su desconexión con la gente, especialmente con las nuevas generaciones. Y es que los actuales responsables de los Telediarios no se han percatado de que la sociedad ya ha conocido unos informativos no controlados por el Gobierno de turno. Y, después de esto, no hay marcha atrás. A diferencia de antaño, la audiencia no se conforma con unas noticias controladas desde un medio público. En ese caso, el espectador opta directamente por cambiar de fuente de información, pues ahora existen más vías que nunca para digerir la actualidad.

Y, claro, con unos informativos sin audiencias competitivas, a los políticos ya no parece interesarles tanto la televisión pública, pues deja de funcionar como sólido aparato de propaganda. Es más, tras retirar de cuajo la publicidad para regocijo de los canales privados, no se ha buscado un sistema de financiación fuerte, capaz de cuidar un servicio público que es más importante de lo que se quiere hacer creer a la sociedad. Con este escenario, el descrédito de TVE sigue creciendo exponencialmente y las nuevas generaciones no entienden la importancia de una televisión pública. Sólo piensan que la corporación pública es un gasto innecesario. Una terrible percepción social que a pocos parece importar.

Pero la culpa de este ocaso no es de TVE ni de sus profesionales, que ven como se coarta su trabajo periodístico y creativo. La culpa de este decepcionante panorama es de aquellos políticos que aún no entienden el sentido y significado de una televisión pública. Al contrario, muchos cargos creen, con una absoluta normalidad, que TVE debe ser propiedad del partido que está en el poder. Ni siquiera se plantean lo detestable que resulta maquillar información, pues sienten que están haciendo un servicio a los intereses de la patria... y de su partido. Ahí está la raíz de la debacle que sufre Televisión Española.

Los políticos, y los 'expertos' que calientan sus oídos, entienden que la cadena pública debe estar controlada por el gobierno, ya que es una prebenda que se les otorga por haber ganado las elecciones generales. Pero no, se equivocan de lleno. Aquellos políticos, tertulianos, editorialistas o analistas que piensan así crecerán el día que asuman y entiendan que una cadena pública realmente independiente, en informativos y en contenidos, será la mejor aliada para el propio Gobierno: fomentará la credibilidad de los representantes públicos y, también, fomentará un país más rico en confianza, cultura y creatividad. Quizá estas tres 'C' (confianza, cultura y creatividad) no interesan porque impulsan demasiados valores en la población, pero cuando lo prueben comprobarán que ese es el único camino cabal.

Justo en el momento actual, en el que los grandes países de la Unión Europea son conscientes de la importancia de una televisión pública fuerte y protegen el porvenir de las cadenas estatales, en España se tambalea TVE y se menosprecia su función. Los responsables del ente confunden el valor añadido de una emisora pública. La ven solo como un altavoz, que no se debe salir del guion preestablecido, que responde a los intereses institucionales y entierran su verdadera esencia: ser una factoría de contenidos que potencie las capacidades de un país más emprendedor, más curioso, más inquieto. Que impulse el talento, la divulgación y, también, que fomente las ideas, experimentando con la ficción, con la música, con los espacios infantiles de producción propia -los niños son el futuro al que cuidar-, con carismáticas entrevistas en prime time y con un audaz entretenimiento sin miedo a lo políticamente incorrecto.

No es problema de presupuesto, el problema es tener miedo a las ideas. TVE debe aprender de su pasado y mirar al resto de televisiones públicas. Debe ser un trampolín de la industria audiovisual que hace Marca España, multiplica la ilusión y consigue un Estado más rico. Como hacen los ingleses, como hacen los alemanes, como hacen los franceses. y como hizo TVE en otra época. Ganamos todos, también el partido del gobierno que ha de confiar la dirección independiente de RTVE a talentoso profesionales que conozcan los engranajes de este peculiar medio. Porque la televisión pública, bien gestionada y con la visión suficiente, es un motor clave para el impulso social de un país como el nuestro. Un país autocrítico, travieso, irónico, abierto, dialogante, emprendedor y valiente. Como debe ser la propia TVE, un inquieto punto de encuentro, sin complejos, donde quepamos todos y nos sintamos reflejados.

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