OPINION

'Adán y Eva': el éxito de un reality con el desnudo como nuevo cebo

adan y eva cuatro desnudos
adan y eva cuatro desnudos

Cuatro inventó la televisión tróspida. La experiencia colectiva de disfrutar un programa sin complejos a través de las redes sociales. La audiencia se siente partícipe al descubrir el delirio de unos concursantes dispuestos a casi todo por encontrar algo parecido al amor. Y anoche la cadena roja de Mediaset dio un paso más allá con Adán y Eva, uno de los formatos más esperados de la temporada por su en principio novedosa (o al menos morbosa) vuelta de tuerca: aquí los protagonistas buscan pareja literalmente desnudos. Sin píxeles cubriendo genitales. El dato en audiencia ha resultado potente: un gran 14.8 por ciento de share y 2.816.000.

Un éxito para un estreno en el que, al final, lo que menos importó fue el hecho de que los participantes anduvieran desnudos a sus anchas por la paradisiaca playa. Porque de ese provocador detalle te olvidas a los cinco minutos. Esa es su gracia, que el desnudo intenta ser tratado con absoluta naturalidad y sin que prime una mirada sexual. Lo paradójico, sin embargo, es que los desnudos son lo único natural en un reality en el que todo lo demás pareció artificial. Nada real. En la línea de, por ejemplo, los realities de MTV como Dismissed. Solo que con gente sin ropa.

Esta primera entrega de Adán y Eva contó, eso sí, con cuatro concursantes idóneos para generar miles de comentarios en Twitter. Fueron cuatro personajes perfectos: la joven superficial machista que busca un millonario, el guaperas golfo y seductor, la ni-ni que no sabe ni donde está la Alhambra y el pelirrojo cachondo. Juntos, jugaron a eso de encontrar el amor aunque en su subconsciente solo ansiaran unos minutos de gloria catódica a cualquier precio. Impagables (y demenciales) sus diálogos sobre el arte. Y es que este género televisivo ya no busca que el espectador se identifique con los concursantes, sino que logra que se siente por encima de ellos. Por mal que haya ido tu día, reconforta plantarte frente al televisor y dejarte llevar por una buena dosis de vergüenza ajena que relativiza tus propios complejos. Y eso tiene mucho de humano, disfrutable y adictivo.

En medio del berenjenal, una Mónica Martínez solvente y también sexy que, en sus locuciones en off, recordaba inevitablemente a Luján Argüelles, la reina de este tipo de formatos en Cuatro. Pero Adán y Eva intenta ser más "serio" que ¿Quién quiere casarse con mi hijo? o Un príncipe para Corina. De hecho, tras concluir el primer capítulo, el interesante programa de actualidad La otra red abrió debate, con Ruth Jiménez al frente, sobre el experimento sociológico que supone ver a cuatro jóvenes individuos desnudos en busca del amor...

Desde luego, aquí no hay nada de experimento sociológico y mejor que tampoco consideremos que estos cuatro personajes de anoche representan a nuestra juventud. El balance sería desolador y deprimente si así fuera. Adán y Eva es simplemente una muestra más del espíritu de este entretenimiento televisivo de nuestro tiempo: la televisión que nos evade y busca el chascarrillo, la risa y hasta la mofa entre las nuevas generaciones. Como tal, cumple su función catártica de sobra. Y ese es el fuerte de este programa: la divertida guinda del pastel la pone el espectador desde su casa mostrando su ingenio a golpe de tuit. Porque así debe vivirse, como una experiencia colectiva y contagiosa en las redes. Verlo a solas en el sofá y sin comentarlo con nadie sí que debe de ser aburrido... o para cortarse las venas.

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