OPINION

'La que se avecina' arrasa con sus actores traspasando la frontera entre ficción y realidad

LA QUE SE AVECINA REALIDAD
LA QUE SE AVECINA REALIDAD

La que se avecina estuvo a punto de ser cancelada. Pero Telecinco, en un ataque de lucidez, dio marcha atrás. Acertaba de pleno con la decisión, pues la telecomedia iba a multiplicar sus adeptos a golpe de reposición.

Porque La que se avecina es un éxito de la televisión que la audiencia va descubriendo poco a poco hasta entender el producto. Una serie que no necesita ni grandes decorados ni guiones realistas para enganchar al espectador. Pero sí necesitaba tiempo para romper con tabues y olvidar a su predecesora Aquí no hay quien viva.

Sus grandes cuotas de pantalla se sustentan en un surrealismo incontrolable en donde todo puede pasar y que ha conectado, sobre todo, con el lenguaje de las nuevas generaciones por su ritmo histéricamente acelerado, a tono con la impaciencia de los nativos digitales. También la producción ha triunfado por sus personajes que parecen sacados de un exagerado cómic sobre una reconocible picaresca española de polígono residencial y por la mezquindad, llevada al delirio, en sus tramas.

Ayer la serie celebró su capítulo 100. 4,1 millones de espectadors (con un 24,1% de share) vieron un episodio que no era uno más. (atención, spoilers) Los habitantes de Montepinar descubrían que eran los protagonistas de una serie tras la caída de un foco del cielo del estudio. Y se revelaron contra sus vidas de ficción e incluso decidieron reunirse con el Consejero Delegado del canal, una versión rejuvenecida de Paolo Vasile. Aunque, el momento más emocionante fue cuando apareció, subida en el balcón, Mariví Bilbao.

Mucho guiño cómplice, atreviéndose incluso a recordar coletillas de Aquí no hay quien viva, para una idea que sorprendió instantáneamente hasta que se descubrió que todo era un sueño. Y los protagonistas de la historia volvían a su bucle infinito de vida para que los episodios sigan siendo intercambiables.

Lo verdaderamente rompedor habría sido que los personajes siguieran interpretando la serie sabiendo que eran actores de un sainete incontrolable. Pero eso, quizá, ya era demasiado riesgo para la conservadora televisión en la que vivimos.

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